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Hay muchos tipos de economía: la macroeconomía, la de empresa, la de mercado, la financiera, la emergente, la sumergida, la de guerra...
Es esta última la que más preocupa en estos momentos. Una economía de subsistencia que tapona con subsidios las hemorragias abiertas por el ... COVID. Una economía de estadísticas, informes y estudios, pero cuyas tesis doctorales más sobresalientes se firman desde hace cincuenta días en los mostradores del comercio esencial que ha seguido abierto en la retaguardia.
Es la economía de los inmersos en los ERTE, muchísimos de los cuales aún no se habían repuesto de la recesión del 2008. Vecinos, amigos y hermanos que esta semana empezarán a cobrar el subsidio de desempleo. Se cuentan por miles. Algo más de 19.000, de los que solo 85 ó 90 pudieron percibir la prestación ya en abril. Ni siquiera llegaron al centenar: tan solo el 0,5% del total de los trabajadores que desde mediados de marzo llevan con el empleo y el sueldo suspendidos.
Los principales agentes económicos y sociales valoran la protección que entraña este mecanismo. Los sindicatos, porque evita los despidos, y la patronal, por la ayuda que supone eximir a las empresas de pagar las cotizaciones sociales de sus plantillas. Pero los afectados, pasadas ya unas semanas en el dique seco, empiezan a dudar. Y este cielo negro que ha derrotado al sol del primer lunes de mayo parece asomarse como caprichosa metáfora del futuro incierto que les aguarda.
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