(Con mucho cariño, a la memoria de mi compañero Roberto Rodríguez Ibeas, DEP)
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Soy consciente de que no es nada fácil ponerse en la piel de aquellas personas que toman las decisiones más estructurales y trascendentes relacionadas con la formación de las personas a ... cualquier nivel. Por ejemplo, cuando se fijan los contenidos y las materias que formarán parte del currículo de un curso académico; y ya no digamos de un plan de estudios de un grado universitario o de una etapa completa de Bachillerato o de ESO. Pero también soy consciente de que la última reforma educativa (LOMLOE) ha introducido cambios significativos en el currículo educativo español, recortando significativamente las asignaturas relacionadas con la economía y la empresa. Estos cambios reducen la educación financiera de las personas, especialmente de los más jóvenes, que más tarde o más temprano e ineludiblemente, van a tener que tomar decisiones económicas a lo largo de sus vidas. No estoy diciendo nada nuevo que no se haya señalado anteriormente, y de forma abundante además.
No solo achaco estos u otros cambios parecidos al color político de turno; hay más ingredientes: las modas y tendencias efímeras de rabiosa actualidad, la influencia de lo que hacen nuestros vecinos –cercanos o más de ultramar– porque siempre creemos que hacen las cosas mejor que nosotros, etc. Si a esto, además, le añadimos un cierto ombligismo que nos sobrevuela, a veces, a los docentes –pensar que nuestra asignatura es total y absolutamente indispensable, no otra cosa– sinceramente, vamos en la dirección equivocada.
Por eso, aprovechando este espacio con motivo de la celebración de la XV Edición de la Olimpiada Nacional de Economía en la Universidad de La Rioja, me gustaría hacer gala del ombligismo que compartimos todos aquellos que consideramos, por querencia o convicción, que la educación financiera ha sido, es y será una herramienta fundamental para la vida cotidiana.
A este respecto, ¿qué nivel educativo tenemos? Los informes más recientes de la Unión Europea (2023), del Banco de España (2023) o al informe PISA de la OCDE (2022) señalan que el nivel de conocimientos financieros de la población española ha mejorado en los últimos años, pero sigue siendo «bastante pobre»: aproximadamente, tan solo una de cada cinco personas en España tiene conocimientos básicos sobre economía y finanzas.
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Podría centrarme en analizar los resultados y sus conclusiones más relevantes, pero prefiero proporcionar algunos motivos por los que considero vital una educación financiera sólida, alejada de análisis estadísticos. Sin duda hay muchos más, pero voy a hacer referencia a los que considero más importantes.
En primer lugar, sin una educación financiera adecuada, los jóvenes carecerán de las habilidades y conocimientos necesarios para entender primero y gestionar después, sus finanzas personales de manera efectiva. Un ciudadano bien informado financieramente es más propenso a tomar decisiones económicas informadas que influyen en la adquisición de buenos hábitos de ahorro, inversión, gasto y consumo responsable. Por otra parte, la aceleración de la digitalización en el ámbito financiero ha traído nuevos productos y modelos de negocio que proporcionan bienestar a los consumidores, adaptándose a nuevas necesidades, pero que incrementa los riesgos de exclusión: la falta conjunta de competencias digitales y financieras.
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Por último, señalar que educación financiera no es tan solo saber de tipos de interés, cómo voy amortizando mis prestamos, qué es y cómo me afecta la inflación, etc. Tener formación en cualquier ámbito proporciona cierto grado de libertad e independencia en la toma de decisiones. En el tema que nos ocupa, esto adquiere una especial importancia. ¿Por qué? Porque tener conocimientos básicos sobre economía nos permite enfrentarnos en una mejor posición al tsunami de información que recibimos diariamente. Por ejemplo, a saber distinguir información de opinión, a entender por qué la inflación es la ladrona de nuestros ahorros –como decía Margaret Thatcher–, a aplicar el dicho de que no es bueno poner todos los huevos en la misma cesta cuando hablamos de inversiones, o a darnos cuenta de que si nosotros no podemos endeudarnos sin límite, un país entero tampoco, aunque nos hagan creer, o creamos, que no pasa nada. No solo estudiando filosofía se adquiere visión crítica.
Por eso me gustaría destacar la tremenda importancia que tiene que celebremos en la Universidad de La Rioja la fase nacional de la Olimpiada de Economía como reivindicación de la educación financiera. Hoy recibimos a los 132 estudiantes ganadores de las 45 fases locales celebradas en toda España, en las que han participado más de 8.000 estudiantes de 2º de Bachillerato que han cursado las asignaturas, hoy optativas, de economía y empresa. Ellos y ellas, estudien lo que estudien y hagan lo que hagan en sus vidas, tienen ya cierta ventaja sobre el resto.
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