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Al filósofo Emilio Lledó le gusta inventar términos jugando con sus partes adjetivables. Por ejemplo, utiliza la palabra amigante para referirse a ese amigo mangante que siempre acaba por meternos en algún lío de una manera solapada. Siguiendo su luminosa estela, el término transfugante podría ... referirse al intrigante que quiere convertir a alguien en tránsfuga buscando su propio beneficio. Algunos de estos transfugantes son tan devotos que ansían apropiarse incluso de los votos que no les corresponden. No solo tienen doble moral, sino también doble morral en el que introducir esos votos amparándose en un concepto de conciencia ajena que pasa por todo lo que no es de la propia.
El problema de hacer un llamamiento a los principios es que suelen coincidir con los fines de uno mismo. Y alentar el transfuguismo por acción u omisión es, sencillamente, no respetar las instituciones y, por lo tanto, la democracia. Recientemente, el alcalde de Madrid se sumó a los distintos llamamientos al transfuguismo instando a los diputados del PSOE a que hagan «en conciencia» lo que «mejor convenga al interés general de la nación». No es necesaria la ayuda de la traducción simultánea del Congreso para entender que lo que conviene a la nación coincide, sospechosamente, con lo que conviene al alcalde de Madrid y a su partido.
Parece ser que cuando la derecha no gobierna la crispación aumenta, siendo una costumbre inveterada enredar cuando no tiene el poder que cree que le corresponde por base y por altura hasta dejar el país partido por dos si es necesario. Así lo expresó en el año 2010 el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, con su célebre frase: «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros».
El transfuguismo mostró su expresión más castiza y corrupta en el conocido tamayazo, pero también puede ofrecer versiones personalizadas como en el caso de la recién elegida presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, capaz de ser tránsfuga de sí misma con respecto a su Gobierno de coalición con Vox.
En una cosa sí son coherentes los conservadores: nunca les gustó mucho la amnistía, ni siquiera en aquellos tiempos en los que unos estaban en la cárcel por defender la democracia y la libertad mientras otros caminaban a sus anchas por la calle, que seguía siendo suya. Ahora que ya es de todos da gusto verlos manifestarse de manera preventiva contra un ley de amnistía que aún no ha sido redactada y que, en todo caso, será el Tribunal Constitucional quien decida si se ajusta o no a derecho.
El próximo 29 de octubre se cumplen trece años de la muerte de Marcelino Camacho. «Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar» fue el famoso lema de Camacho, un buen antídoto, lleno de coherencia, contra el transfuguismo y sus transfugantes que tan solo buscan domar, doblar y domesticar.
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