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Soy el entusiasmo en movimiento perseguido por la muerte. No sueño, solo camino, sueñan quizás mis pies contra las arenas movedizas que combaten. Imagino que mi madre me besa, como siempre hacía, antes de partir al mijo y al sudor. Las madres de la escasez ... deben de ser como las otras, tal vez no existan madres con adjetivos sino solo con adverbios. Recuerdo el ladrido flaco de los perros, y una hilera de pájaros que parecía reír después de haber podido ver desde el aire la inverosímil ruta que me aguardaba. No logro recomponer rostros ni miradas de esperanza o de compasión, mis pupilas ya son prisioneras de otros confines, dirigidas exclusivamente hacia la línea de la constancia. No hay más ángulos en el mundo que los que conforman mi sed y otro futuro. Hacia ellos debo ir, voy a beber la alegría de los caños y la tristeza de los arroyos secos porque ahora siento que las constelaciones me persiguen, ya no mandan, ahora temen mi valor, se asombran de la determinación que me sostiene. Saben que dejo al niño que caminaba abrazado a una lata corroída por su propio vacío, dejo el miedo a la mínima línea del horizonte inmediato, al sol irreductible, a la lluvia desmesurada, al viento impensable, al frío que ya nunca abandona nuestras fauces. Nadie me pregunta mi nombre, solo mi dirección, a nadie le importa mi origen salvo que el origen llegue a su destino. Mi nombre es polifónico: dátiles, cebada, palma, mijo, coltán, cobre, platino, cobalto, y muchas cabras, a todos nos imaginan tras ellas porque ellas se alimentan de lo invisible y nosotros somos lo invisible. Nadie me lo pregunta, pero me llamo sequía y aguas putrefactas, tierra resquebrajada, barro infecto. Me construyo recordando escuelas sin techo, dispensarios de madera, salvadores importados que deportaron a los nuestros. Nadie me lo pregunta, pero me llamo viento cálido, color indómito, río sin fin. Huelo el mar, aunque jamás lo haya visto lo he imaginado tantas veces que solo puede ser como yo lo dibujaba sobre arcilla. Él enseña a no sucumbir sobre la indiferencia de una línea recta en la que se traza la jerarquía del mundo de norte a sur. Mañana la luz del sol abrirá mis ojos, no cegadora ni abrasiva, sino una luz dulce y firme, como la que emanaba de mi madre, y el aire costero entrará por mi nariz y respiraré el futuro que sabrá a agua salada. Esta manta, esta hoguera, este monte inhóspito y perseguido son la verdad que nos cubre, la nostalgia que nos consume y el abrazo que nos ampara. Oigo el mar y entiendo su llamada para subirme a las olas porque la desesperación es el salvoconducto de los perdidos. Nadie podrá reprochar, a quien quiere vivir, que salga a buscar más vida. No se puede pedir calma a la tempestad porque «Nadie pone a sus hijos en un bote a menos que el agua sea más segura que la tierra que pisan».

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