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La prestigiosa revista Science acaba de informar en su portada de la creación por parte del Instituto de Tecnología de Massachusetts de un chatbot desmontabulos capaz de convencer incluso a los más tercos conspiracionistas gracias a dos virtudes humanas, quizás demasiado humanas: la paciencia y ... el conocimiento. En efecto, este programa informático no se cansa nunca y, además, tiene acceso muy rápido a millones de datos para combatir a los negacionistas con sus propios argumentos. El estudio señala que la inteligencia artificial puede ser una nueva herramienta para combatir la pseudociencia, la desinformación y los bulos que afirman que la tierra es plana o que los inmigrantes se están comiendo a las mascotas.
Asusta pensar que un patán de las dimensiones de Donald Trump pueda volver a asumir la presidencia de EE UU. A veces, parece que existe un retroceso histórico en la calidad de ciertos dirigentes que involuciona desde Marco Aurelio a Meloni o desde Jefferson a Trump. Cabe recordar que cuando John F. Kennedy recibió en 1962 a 49 premios Nobel para cenar, dijo a modo de bienvenida: «Creo que esta es la concentración más extraordinaria de talento y saber humano que jamás se haya reunido en la Casa Blanca, con la probable excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba aquí solo».
Advirtiendo que no existe una única respuesta, Michael Shermer, el historiador especializado en temas científicos, analiza en su libro Por qué creemos en cosas raras. Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo, algunas de las motivaciones profundas que pueden llevar a cubrir con el fango de la estupidez las cristalinas aguas de la razón. Casualmente, están relacionadas entre sí ya que la gente que cree en cosas raras abraza un vanidoso y arbitrario individualismo y, además, se siente bien creyendo debido a que las explicaciones simples de fenómenos complejos suponen una recompensa inmediata. La pseudociencia ofrece explicaciones muy elementales acerca del sentido de la vida y, aunque la ciencia también las tiene, no calan entre algunos ciudadanos que permanecen alejados de una disciplina que observan a distancia. Parece ser que también el miedo, junto con la dejadez, se constituye en el mejor catalizador del analfabetismo científico.
Frente a tanta irracionalidad solo cabe defender el conocimiento científico mediante la razón, aunque para desarrollarla es preciso cuidarla a diario, en el ámbito de la educación, en los medios de comunicación o en la vida social y familiar. Recordemos que la palabra cuidar proviene del latín 'cogitare' que significa pensar, así que razonar es cuidarse y viceversa: «Pienso, luego existo» equivale a «Cuido, luego existo».
Pero, además de la inteligencia artificial, siempre nos queda la inteligencia natural como constata Lope de Vega quien hace unos cuantos siglos ya combatió ingeniosamente las cosas raras en su Epitafio para un astrólogo: «Yace un astrólogo aquí/que a todos pronosticaba/y que jamás acertaba/a pronosticarse a sí./De una coz y mil molestias/lo mató una mula un día/que entiende la Astrología/al cielo, mas no a las bestias».
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