En octubre de 1883, el escritor santanderino José María Pereda finalizaba su obra Pedro Sánchez, una novela con la impronta de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós que fue elogiada por escritores de la talla del propio Galdós o de Leopoldo Alas Clarín quien ... la llegó a calificar como la mejor del escritor cántabro. También Emilia Pardo Bazán la ensalzó a su modo, siempre punzante, pero sin filtro, afirmando que Pedro Sánchez era la novela más novela escrita por Pereda, un autor conservador, costumbrista y castizo.

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En una carta fechada el 14 de marzo de 1884, Galdós se dirige al autor diciéndole que pocas novelas había leído (y españolas seguramente ninguna) que le hubiesen agradado tanto y que su protagonista, Pedro Sánchez, le resultaba de una humanidad exasperante. Lo que más le maravillaba a Galdós era el arte y la consideración con que Pereda había conducido las vivencias de su personaje hasta el fin. Aunque ya sabemos que siempre podríamos decir que «después de Dios, la pluma de Galdós» parece que no terminamos de leer con detenimiento a nuestros escritores tan atinados, tan ingeniosos, tan críticos, tan patriotas que buscaron con fruición la necesidad de construir, a largo plazo, «un pueblo adulto» en la línea marcada por Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza.

Escrita como una narración autobiográfica, a Pedro Sánchez lo describe Pereda como un hijodalgo con pobres ahorros en la bolsa que viaja a Madrid en busca de fortuna convirtiéndose en testigo y actor de acontecimientos como el de la revolución de 1854, que pretendió reformar el sistema político con la formación de un gobierno progresista presidido por el general Espartero. Y fue contemplando el resplandor de una hoguera desde lo alto de una farola cuando Pedro Sánchez, gran admirador de Bretón de los Herreros, se vio envuelto en la rebelión conocida como la Vicalvarada, aquella que dio paso a un periodo progresista.

«Bien sé que me expongo a que el soplo de algún diablillo enredador esparza, a la hora menos pensada, mis papeles por el mundo. Yo lo daré por bien empleado con tal de que el ejemplo de mis desengaños llegue a servir a alguno de escarmiento». Así termina la novela de Pereda, con esta reflexión de su protagonista, Pedro Sánchez, a quienes sus compañeros de posada en Madrid le brindaron novelas en las que él aseguraba sumergirse sin seguro ni escafandra.

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Para sacarnos del resentimiento y del odio inmediato existe un enlace maravilloso entre la buena ficción y la vida buena. Ya lo dijo el poeta Ángel González: «Largo es el arte, la vida en cambio corta, como un cuchillo». La ironía nos salva del supuesto destino porque abre espacios de libertad y de pensamiento. Y muchas veces la literatura nos reconcilia con la existencia en la que fingimos vivir.

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