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Que el miedo y la vergüenza cambien de bando para quedarse definitivamente en el interior de los maltratadores y sus cómplices fatuos. Que los niños de Gaza dejen de marcar la cita con la muerte cada hora en el reloj del silencio del mundo y ... que los hospitales sean la salud de sus habitantes y no el objetivo del Estado genocida de Israel.
Que la extrema derecha sea botada con los votos de la conciencia para arrojar sus mentiras y su odio al cubo de la basura de la historia. Que los racistas de línea trazada sean capaces de mirar hacia delante, los insolidarios de trazo grueso hacia sus lados y los negacionistas de la historia hacia atrás, sin temores ni prejuicios. Que la soledad solo entre por las ventanas abiertas de quienes la disfrutan con su propia compañía y que salga de los apartados rincones de la tristeza. Que los precarios de la miseria se transformen en vicarios de la fortuna y que los propietarios entiendan que lo propio nunca es posible sin la presencia de lo ajeno. Que nadie asesine en nombre de un ser todopoderoso, aunque solo sea porque supone restarle poder a su todo y convertirle en cómplice de asesinato. Que los sueños rotos puedan ser pegados con el adhesivo de la resiliencia y de la perseverancia. Que las voces escuchen a los ecos y viceversa y que los medios de comunicación sean la suma de la libertad de expresión en beneficio de los ciudadanos y no la suma de beneficios solamente por su libertad de impresión.
Ya sé que estoy jugando a lo perdido, pero si soñar también se nos impide qué nos queda más allá de la resignación y de la insalubre tranquilidad que la conformidad nos aporta. Porque justo cuando nos sentimos más felices debemos ser más solidarios, simplemente porque es justo. Y no hay felicidad posible sin justicia social, al menos que seamos ciudadanos sin tiempo ni lugar. Humanizarnos en los otros es la verdadera felicidad porque habitar no es aparecer en un lugar sino permanecer en la habitación del cuidado. Los seres humanos habitamos el mundo en la medida en la que lo cuidamos y nos cuidamos. Y también cuando cuidamos las palabras porque sin ellas no es posible habitar el mundo.
Así que ojalá estos deseos sean órdenes para ordenar este mundo tan cosmopolita que es capaz de arrojar a sus ciudadanos al cosmos de la indiferencia. Y a ti, que ahora lees y compartes estos deseos, recuerda que podemos estar en derrota nunca en doma y que lo que parece imposible solo cuesta un poco más. Porque incluso el inesperado reverso y el temido anverso de nuestras vidas llevan un verso rebelde en su estructura sintáctica.
Y si alguien se viera retratado sepa que se hace con ese destino, finaliza la letra de una canción que nos recuerda que no cuesta nada mirarse para adentro. Ojalá.
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