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Cuenta la nieta de Francisco Giner de los Ríos que una noche volviendo de un concierto su abuelo se quedó unos pasos por detrás de ... ella y al volverse para preguntarle la razón por la que se quedaba atrás, él respondió: «Porque me gusta verte andar. Andas como una mujer libre».
Todos deberíamos andar como una mujer libre, especialmente nosotros, para enfrentarnos de una vez por todas a nuestra inercia testicular, a nuestra neutral desidia, tan neutralizante, a nuestro secular acomodo, a nuestra incondicional condición de hombres. Deberíamos avanzar y ponernos a su altura repitiendo: si tú fuerte, yo también, si tú luz, yo su reflejo, si tú hablas, yo perplejo, si tú rezas, yo el amén. Si tú sueñas, yo despierto, si tú angustia, yo consuelo, si tú estrella, yo en el cielo, si tú rosa, yo su huerto. Si tú siempre, yo el ahora, si tú nunca, yo presente, si tú existencia, yo ausente, si tú el ocaso, yo aurora. Si tú eres mil, yo soy cien, si tú verso, yo la rima, si tú cueva, yo su sima, si tú fuerte, yo también. Hay que hacerlo porque el transitar de las mujeres por la historia no ha sido ni poético ni justo. Castigadas, intimidadas, humilladas tan solo por pretender caminar libres tienen que soportar, además, a los canallas de la sospecha.
La escritora norteamericana Rebeca Solnit narra en su libro 'Los hombres me explican cosas' cómo esos hombres muestran una autoridad que no se han ganado mientras que las mujeres han sido enseñadas a aceptar esa realidad sin cuestionarla. El nuevo orden mundial que nos acecha (tan viejo) exige la eliminación del feminismo porque las huellas de la igualdad bloquean las pisadas de sus matones. El fecundador Elon Musk, el abusador Donald Trump, el carajolibertino Javier Milei o el reconquistador Santiago Abascal pretenden destrozar el camino que otras desbrozaron exigiendo que las mujeres sean relegadas a la fecundación, a la dominación, a la insignificancia o a la cosificación.
Hoy, 8 de marzo, no es un día más, pero tiene que ser un día menos, una lágrima menos, una agresión menos, un temblor menos, un machista menos. Las mujeres siguen avanzando por la igualdad de derechos, pese a las noches que parecen eternidades de desesperanza. Sobre ellas debe erigirse la epopeya hacia la madrugada, una odisea de deseos buscando la orilla de una vida sin esquinas. Porque debemos conseguir transformar la oscuridad en una senda iluminada por donde transiten los anhelos de equidad y libertad. Porque también la dignidad se sueña en la sal de unos ojos, en la luz abriendo surcos sobre la marea rebelde que liberó los cuerpos y salpicó los rostros. Porque las mujeres ya son mar en busca de su playa, urge soñar con lo que no existe puesto que lo que existe resulta agotador si no hay utopías en el horizonte que nos permitan andar como una mujer libre. A caminar, a caminar, hasta abrir paso a su encerrar.
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