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La actriz Meryl Streep ha denunciado que hasta una ardilla tiene más libertad que una mujer afgana, comparando su falta de libertad con la de los animales. «Una gata puede sentarse en la calle y sentir el sol en la cara, pero una niña no ... puede ni siquiera cantar en Kabul», afirmó indignada, refiriéndose a la severidad de las leyes que restringen incluso el sonido de la voz femenina en público. «A día de hoy, una ardilla tiene más derechos que una niña en Afganistán, porque los parques públicos se han cerrado para las mujeres y las niñas. Un pájaro puede cantar en Kabul, pero una niña no. Esto es insólito, es una supresión de la ley natural», afirmó arremetiendo contra la ley promulgada el mes pasado que formaliza la eliminación sistemática de las mujeres y las niñas de la vida pública. Confinadas en sus casas, sin libertad de movimiento y casi sin acceso a la educación o al trabajo, a las mujeres y a las niñas afganas se les prohíbe cantar o alzar la voz en público.
Las ardillas son animales audaces, sociables y curiosos, que necesitan entretenerse, salir y explorar sitios nuevos. A pesar de todos los retos que tienen que afrontar, como los huecos imposibles a los que en ocasiones se enfrentan al saltar, las ardillas se mueven increíblemente bien. Estos animales han perfeccionado unas habilidades que les permiten superar incluso los aterrizajes más complicados, y así evitar la caída.
Los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, pero tan audaces como su voluntad de no caer en el territorio del confuso mundo en el que vivimos. El vértigo humano contrasta con la determinación de las ardillas al que, frente a nuestra fragilidad sobre el suelo, oponen su solidez desde el cielo.
Tienen que estar sorprendidas las ardillas con los problemas del supuesto mundo opulento, como la reciente práctica del llamado 'fridgescaping', una tendencia ocupada en la decoración del interior de la nevera con la excusa de tener algo bonito que mirar cuando abres su puerta. Mientras algunos seres buscan la belleza instantánea en la intimidad de un refrigerador, la ciencia anuncia que los saltos de las ardillas podrían servir para mejorar la movilidad de los robots ya que se desplazan a gran velocidad entre las ramas de los árboles, con una destreza que les ayuda a no cometer errores y a no caer desde las alturas.
¡Pobres ardillas!, preocupadas por no derrumbarse desde lo más alto cuando se puede vivir decayendo en lo más bajo. Es sencillo, solo hay que dedicar mucho tiempo al refrigerador y menos a defender los derechos de las ardillas. Creemos que el espectáculo que contemplamos es definitivo, ya que no importa lo que nos muestren porque el objetivo es seguir sentados. La fugacidad de las ardillas es transformadora. Y nuestra indiferencia una especie de eterno retorno buscando belleza en el interior de un frigorífico. Algo insólito, una supresión de la ley natural, por insistir en la perplejidad de Meryl Streep.
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