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Sin democracia, la libertad es una quimera; y sin ciencia, tanto la democracia como la libertad también lo son porque ciencia y democracia resultan inseparables. Gracias a las matemáticas, por ejemplo, se pueden diseñar sistemas de votación justos y eficientes utilizando algoritmos capaces de desarrollar ... un método que detecta el fraude electoral. Asimismo, la química, la biología y el resto de las ciencias han contribuido significativamente al desarrollo tecnológico y al conocimiento del ser humano en busca de su bienestar. En definitiva, la ciencia requiere un importante esfuerzo formativo y es capaz de generar ciudadanos críticos libres de prejuicios. Los logros científicos no solo aportan desarrollo y empleo, sino que son el soporte de la democracia y de la libertad de pensamiento y promueven una ciudadanía mejor formada y más libre. Y es que la ciencia, además de un conjunto de conocimientos, es una forma de conocer y entender el mundo que aporta calidad al pensamiento humano aceptando como valores la duda, el contraste de ideas, el escepticismo y el optimismo, elementos característicos de las sociedades abiertas.
Hasta los propagandistas de las falsedades pueden expandir sus bulos porque están vivos gracias a avances científicos como las vacunas o los antibióticos y los difunden a través de una tecnología creada desde la precisión del conocimiento y no desde la confusión de la ignorancia.
Más de 800.000 personas votaron en las elecciones europeas por Se Acabó La Fiesta (SALF), la agrupación de electores que encabeza Alvise, un reconocido propagandista de bulos en los que basó su campaña. El 80% de sus votantes tienen menos de 44 años, los hombres triplican a las mujeres y para buena parte de ellos la democracia no tiene capacidad de mejorar sus vidas ni de posibilitarles un futuro mejor y se muestran partidarios de soluciones autoritarias. Por ello, la vida pública debería parecerse un poco más a la ciencia y tomar de ella virtudes tales como el compromiso con la búsqueda de la armonía y de la verdad o la capacidad para refutar y rectificar aceptando argumentos racionales y empíricos. Junto con su aspecto universal, su interés colectivo y la consideración de nuestro lugar en el mundo, la ciencia nos recuerda que tan solo somos una gota en el universo, algo que debe inocularnos la dosis de humildad suficiente para poder aprovechar de mejor modo nuestra inevitable finitud. El asombro ante la magnitud del cosmos debe salvarnos de la insignificancia de nuestra presunción.
El añorado físico Jorge Wagensberg decía que la historia de la ciencia es la historia de las buenas preguntas, mientras que la historia de las creencias es la historia de las buenas respuestas. Por eso debemos proteger el conocimineto científico dándole un mayor apoyo social, político y económico. No podemos sustituir la ciencia por bulerías sino que, a falta de una vacuna contra la estupidez, debemos combatir las dogmáticas mentiras del asentimiento con las verdades del conocimiento, la sumisión de la creencia con la armónica rebeldía de la ciencia.
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