Borrar

Hace cinco años, el equipo del neurocientífico español Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, publicó un experimento en el que mediante electrodos implantados en el cerebro de ratas se podía conseguir que los animales vieran cosas que en realidad ... no estaban ahí. En otras palabras, los investigadores estaban controlando la actividad de su cerebro y es solo cuestión de tiempo que se pueda hacer algo similar con seres humanos. Así que urge redefinir y reconocer otros derechos de las personas puesto que va a cambiar la naturaleza del ser humano y nos vamos a convertir en seres híbridos. Y esta nueva forma de humanidad conlleva implicaciones éticas y jurídicas de una extraordinaria magnitud. Por eso ha aparecido una nueva categoría de derechos específicos para su protección: los neuroderechos, un novedoso marco jurídico internacional de derechos humanos que proteja las acciones de la innovadora actividad cerebral de un uso pernicioso de los avances en neurotecnología. La posibilidad de que la información procedente de la actividad cerebral pueda ser manipulada exige un código deontológico para que esta insólita tecnología no conlleve temibles consecuencias.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Aumentados