Mañana, 10 de diciembre, es un día de aniversarios importantes. Entre otros el del nacimiento del escritor y político Jorge Semprún, que estuvo prisionero en el campo de concentración de Buchenwald durante dos años y quien comprobó cómo a través de la valla del campo ... era posible divisar algunas casas habitadas desde las que sus habitantes podían ver 'todo' lo que pasaba: los trabajos forzados, la tortura, los experimentos médicos, los fusilamientos... en definitiva, la reiterada violación de los Derechos Humanos. Esa mirada cautiva de quienes miran y no ven hizo que Semprún, un hombre controvertido y comprometido a la par, pusiera en cuestión muchas de sus certidumbres aunque siempre permaneció unido a sus ilusiones. La más importante, la posibilidad de poder cambiar las cosas aunque fuera con más convencimiento que esperanza.

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También mañana se celebra el 75º Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, una gran la oportunidad para reflexionar sobre lo que ha significado esta 'Constitución de la Humanidad' para el mundo entero al mostrar las realidades concretas de violaciones y abusos que a diario se producen. Casualmente, o no, la Constitución española recoge en su artículo 10 la letra y el espíritu de esa Declaración Universal de los Derechos Humanos para interpretar las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la propia Constitución reconoce.

Aquel 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó dicha Declaración como respuesta a los «actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad» cometidos durante la Segunda Guerra Mundial y que Jorge Semprún había vivido en primera persona, también del plural, como testigo de la barbarie contra sus compañeros. Incluso en las circunstancias más adversas podemos sentir el dolor del vencimiento y a la vez el potencial de su impulso hacia la dignidad tal vez en derrota, pero nunca en doma. Podemos intentar equilibrar cada acto de destrucción con un nuevo acto de creación. Lo acredita el propio Jorge Semprún, quien dejó testimonio de los prisioneros españoles del campo de concentración que se reunían para charlar, recitar poesía y cantar en medio del horror en el que vivían. A veces la esperanza está en un gesto, en un verso, en una música, en los ojos aterrados de quien no entiende que la estupidez humana convierta en palabras equivalentes la vivencia y la supervivencia.

El acontecimiento que mañana se celebra lo conmemora especialmente Amnistía Internacional, el movimiento global en el que participan millones de personas comprometidas con crear un futuro en el que todos disfrutemos de los derechos humanos. Mientras tanto, sigue creciendo de forma insoportable el número de niños asesinados en Gaza por Israel que justifica combatir el terrorismo mediante el estado de terror provocado por el terror del Estado. Los niños de Gaza empiezan a ser seres con destino en vez de seres con futuro. «Quienes violan los derechos humanos tienen que rendir cuentas», exige Amnistía Internacional, sin duda, una Amnistía imprescindible.

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