A mediados de este mes de octubre, la caseta ferroviaria de La Rasa (Soria) en la que nació Marcelino Camacho, el líder de Comisiones Obreras, fue vandalizada con simbología franquista. Probablemente, el responsable de esta agresión ignora que hace 50 años Marcelino Camacho estaba en ... la cárcel víctima del conocido como Proceso 1001 en el que se juzgó a destacados líderes de Comisiones Obreras, entre 1972 y 1973, por defender la libertad, la democracia y los derechos de los trabajadores en nuestro país. Es decir, por defender que el autor de ese ataque indigno pueda tener la sanción justa en una sociedad democrática con leyes justas.
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Aquel episodio de represión contra el sindicalismo despertó una enorme solidaridad dentro y fuera de nuestro país convirtiéndolo en un símbolo de la lucha por la defensa de los derechos y de las libertades democráticas. El proceso 1001 concluyó en diciembre de 1973 con una dura sentencia que sumaba 162 años para los sindicalistas encausados y, además de Marcelino Camacho, otros, entre los que se encontraba Nicolás Sartorius (cuya lucidez, afortunadamente, todavía nos acompaña) tuvieron que esperar al indulto, tras la muerte de Franco, para poder ser libres.
Puede que aquello ya forme parte de la historia de la lucha por la democracia en España, pero parece que no ha llegado a conformar la importancia que tuvo el movimiento sindical y que aún tiene para el presente y el futuro. Reducida su labor a meros tópicos por algunos manipuladores, olvidamos que el sindicalismo es una línea de resistencia ante las amenazas contra nuestros derechos: salarios dignos, servicios sociales dignos, en fin, una vida digna de la que cualquier ser humano debe de ser partícipe por su condición de ser humano. Conviene recordarlo en unos momentos en los que ideas tan fundamentales como las de igualdad, equidad o conciencia política parecen diluirse ante nuestra indiferencia en este contexto de polarización promovida, descrédito interesado y desidia asumida.
Este mes también se cumplieron 20 años de la muerte del inolvidable escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán. Cuando una vez le preguntaron la razón para continuar con su persistente militancia política durante tantos años, él respondió: «Por no traicionar al militante de base». Al igual que Marcelino Camacho, Vázquez Montalbán conocía sobradamente el significado de la dignidad y de la solidaridad, de la generosidad y del compromiso. Las mismas virtudes que acompañaron a tantos que fueron capaces de poner los intereses de todos por encima de los suyos personales.
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Mañana, 29 de octubre, se conmemora el aniversario de la muerte de Marcelino Camacho Abad, el histórico líder de las Comisiones Obreras. No dejemos caer aquella odisea en el desprecio, ni ignoremos a sus protagonistas. Ya dice la canción que nunca se regaló la libertad. Y en esto no podemos ser tan pronto el olvido que seremos.
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