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La agonía del Ateneo Riojano que hoy puede conocer el lector unas páginas más adelante causa pudor. O debería. Bochorno ajeno por el incierto futuro de quien firma una brillante hoja de servicios a un salto de cumplir cien años, que es mejor edad para ... celebrarlo con excesos que para extinguirse por inanición. Pudor, digo, que no vergüenza. Que para vergüenza, el ingreso rácano que el Ateneo anotó en su libro de cuentas el año pasado en forma de pasta contante y sonante con origen en la Comunidad y el Ayuntamiento logroñés: 4.237 euros. Para el chocolate del loro si el pájaro está a dieta. Pero el año que viene, cuando lo del centenario ateneísta, oiremos henchirse de orgullo y satisfacción en sus discursos florales a los cupleteros que manejan la cartera pública de la cultura local y regional. Lo de que la celebrada institución no anote ni 300 socios es otra para taparse la cara o ponerse colorao que atañe, nos atañe, a todos los ciudadanos. Será que, como ironizaba ayer un veterano de la institución, pensamos que la situación no es preocupante, es solo dramática.
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