Unos pocos años antes de que las suecas empiecen a viajar a España, un español viaja a las suecas. Burdamente resumido, ese podría ser el argumento de 'Congreso en Estocolmo', la tercera novela de José Luis Sampedro, publicada en 1951 con algunos cortes perpetrados por ... la censura franquista y sin ellos tras la muerte del dictador. Releída en estas vísperas del medio siglo de la extinción biológica del régimen y de su anunciada celebración gubernamental, da que pensar sobre lo que era aquella España de la inmediata posguerra que algunos desmemoriados evocan ahora como paradigma de la reconciliación. Y sobre cómo, en medio de aquella oscuridad, una mente tan lúcida como la del novelista empezó a forjar su apuesta por otra forma de vivir.
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El asunto de la novela no es muy complejo. Miguel Espejo, un brillante matemático español que subsiste como catedrático de instituto en Soria, recibe a título personal la invitación de un colega sueco para participar en un congreso científico, al que también acude una delegación oficial española encabezada por un profesor universitario afecto al régimen. Ya en Estocolmo, los esfuerzos de Espejo se dividirán en tratar de sortear al enojoso intelectual orgánico, que pretende someterlo a su disciplina, y explorar de la mano de un par de jóvenes suecas la perturbadora ligereza de costumbres escandinava. Al final, como el lector perspicaz habrá adivinado, ganan las suecas y junto a una de ellas Espejo afrontará ciertas cuestiones cruciales del existir.
Aunque no se trate de un texto autobiográfico, viene sin duda alimentado por la experiencia personal del autor, que en esos años viajó a Suecia como economista, en los preliminares de lo que luego serían los Planes de Estabilización que sacaron a España de la miseria posterior a la Guerra Civil y propiciaron un desarrollo que a la postre haría imposible mantener el régimen cuartelario que sucedió a la victoria. El español singular que fue José Luis Sampedro, y que ha podido respirar el aire que circula fuera del cuarto viciado en el que viven sus compatriotas, anticipa en esta novela su obra posterior. Espejo se rebela contra las represiones varias que pesan sobre él: «No quiero que nada de lo engendrado por mi alma sea dispersado por el viento o por las palabras. Quiero llegar con ella, virtud y pecado, hasta el final».
Ese mismo espíritu permitió a Sampedro atravesar la larga noche y alcanzar el siglo XXI con la juventud intacta. Setenta y cinco años después, su ejemplo sigue siendo inspirador.
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