Logroño y las tierras raras
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Alero blanco tirador. Zurdo, con buen reverso con salida al punto débil. La ficha de Pablo Hermoso de Mendoza como jugador de baloncesto aficionado sirve de pista para analizar su posible trayectoria como alcalde de Logroño recién nombrado, como guía para intuir hacia dónde pilotará ... el rumbo del Ayuntamiento. No le vuelven loco los tiempos muertos, según se deduce de su primera intervención, recién empuñada la vara de mando que recogió de una emocionada Cuca Gamarra. Su discurso inaugural de mandato esquivó los plúmbeos protocolos, esos folios destinados a ser olvidados según se van consumiendo. Prefirió desde el salto inicial concentrarse en dibujar el escenario que pretende gobernar, con miradas constantes hacia su derecha (en sentido figurado y real: allí se sentaba Conrado Escobar, al frente de la bancada del PP) y guiños para todos los colectivos. Habló de cultura, por cierto. Gran novedad en el salón de plenos.
Aunque en una toma de posesión, esa suerte de misa laica que se disemina por los ayuntamientos cada cuatro años, resulta tan interesante lo que se dice como lo que se hurta. Lo que no se dice. Lo que el protagonista se reserva sólo para sí mismo. En algún momento de la mañana, entre felicitaciones, achuchones y besamanos, Hermoso tuvo que mirar hacia atrás. Y verse entrando el pasado 8 de octubre en la sede del PSOE para anunciar su disposición a contender por el número uno de la lista municipal. Una imagen, la de un desconocido de la política avanzando sin saberlo hacia el primer Ayuntamiento de la región, de donde se extrae una conclusión central: qué raro es todo. Y cómo en ocho meses se cambia de vida: el antiguo ejecutivo de la patronal, directivo de éxito en el sector tecnológico, recogiendo ahora el testigo de Manuel Sainz y Tomás Santos mientras a su alrededor se electrificaba el ambiente. Al Ayuntamiento de Logroño iban llegando las noticias que desde Cervera y Santo Domingo confirmaban la hegemonía municipal de sus siglas. Ocho de ocho cabeceras con alcalde socialista: ni siquiera Pedro Sanz lo consiguió en el apogeo de su poder. El artífice de semejante éxito, Francisco Ocón, se limitaba a sonreír mientras aplaudía al nuevo alcalde de Logroño. Sólo le queda ya llevar a Concha Andreu, que se sumaba a las ocaciones, al Palacete.
Natural por lo tanto que el actual titular de la Presidecia se ausentara de la toma de posesión del primer municipio de la región y visualizar el tamaño de su derrota. Prefirió peregrinar por otros lugares donde el nuevo alcalde sí que comparte sus siglas. No fue la única ausencia notable: ni Beatriz Arraiz ni su equipo de ediles participaron en la algarabía del relevo en el sillón que ocupaba Gamarra, a diferencia de los concejales de otros grupos que sí acudieron a despedirse de la que ha sido su casa. Porque la política es rara hasta para eso. Para impedir que prevalezca a nivel regional la armonía que sí suele respirarse a escala municipal, donde Logroño tiene suerte. Su flamante corporación tiene buena pinta. Coinciden un jefe de la oposición que más o menos salva el tipo y enarbola con alguna gracia y entusiasmo la bandera del PP, en medio de la desnortada y calamitosa estrategia que distingue a su partido, con un alcalde que proviene de la heterodoxia pura y traspasa las estrechas convenciones de la política. Escobar y Hermoso de Mendoza. El oxígeno que Logroño, esta ciudad también tan rara a su manera, precisa.
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