La llamita

Te vas con el trabajo a casa ·

La semana televisiva: la entrevista a Daniela, la tía de la niña hallada muerta en un hotel de Logroño, el coronavirus y el ministro Planas

A veces se te quedan las palabras rebotando en la cabeza después de alguna entrevista, como la que hicimos esta semana a Daniela, la tía de la niña hallada muerta en un hotel de Logroño. Además de esa ausencia incomprensible, Daniela tiene a su hermana ... en la cárcel y el recuerdo de una madre que se tiró al Ebro en aquellos días extraños de finales de enero. Lanzamos nuestras preguntas y de golpe te das cuenta de que es como ir por una cueva con la luz de una cerilla, alumbrando con esa llamita la negrura que lo devora todo. No hay forma de comprender, y te llevas a casa ese desasosiego y las preguntas de siempre, las grandes, las mismas que nos hicimos la tarde del martes cuando volvimos a ser testigos y narradores de la tragedia. Dos muertos en un accidente laboral. Y allí fuimos a contarlo, porque contarlo es la primera forma de denunciar. Lo decía un contertulio en el coloquio que mantenemos cada semana: «No es normal que en dos meses llevemos cinco fallecidos por accidente laboral». No lo es y no nos gusta relatarlo, pero es nuestra obligación y ahí estuvimos.

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La semana ha tenido un ritmo absurdo marcado por el coronavirus. Conectamos por videollamada con Mikel, un alumno de la UR que estudia este año en Bérgamo. Desde el sofá rojo de su piso compartido nos fue contando que han suspendido las clases, y destiló algo de melancolía cuando dijo que en la ciudad también habían cerrado discotecas y bares, porque ir de Erasmus en parte es eso. Luego ya vino el virus a España y la entrevista caducó pronto, pero nosotros fuimos contando más cosas. El ministro Planas entró en directo en la tele tras la cumbre del viernes, hicimos programa especial y vimos otra de esas lamentables convocatorias sin preguntas; ya vale.

No todo fue así de serio. El Mago Iceman reunió a unos chavales y les hizo creer que reventaba sus móviles a martillazos. Y también salimos del asfalto para sacudirnos el sopor de la política. En Pazuengos, César nos dejó esta frase: «Aquí me siento en una piedra y soy feliz», y de repente te dan ganas de que el mago Iceman te rompa el móvil de verdad para dejarlo todo y subir con César a mirar esos paisajes, donde hasta la llama de una cerilla parece que alumbra más.

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