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Tengo a mi alrededor una legión de soldados caídos, contagiados positivos cuarenentados que escuchan los ruidos del mundo tras la puerta de la habitación y se asoman al teléfono para ver lo que ocurre por ahí fuera. Como todos han pasado la infección con síntomas ... llevaderos (dos o tres días de una especie de gripazo) el tramo final del encierro se les hace insoportable porque están ya para salir a jugar, que el entrenador les dé cuatro indicaciones y puedan pisar el césped, pero tienen que aguantar en el banquillo mordiéndose las uñas y lanzando juramentos. Responden aburridos al whatsapp, soportan el enclaustramiento y miran por la ventana con gesto raro, como los astronautas del Apolo XI cuando regresaron de la Luna, que estaban perfectamente y tuvieron que aguardar encerrados varias semanas en un módulo metálico por si acaso habían traído a La Tierra gérmenes espaciales.
Salen unos y entran nuevos contagiados, y yo estoy extrañamente ileso como en esa escena de la película '1917' cuando el cabo Schofield abandona la trinchera y a su alrededor se desata un bombardeo de locos, un ataque de bombas y bayonetas que va dejando caídos, muertos y heridos a su alrededor mientras él avanza y corre y milagrosamente sale indemne. Así estoy por el momento, igual que en el desembarco de 'Salvar al soldado Ryan', esos diez minutos de explosiones, disparos y ráfagas de ametralladora en torno a un Tom Hanks desencajado.
Esta columna la escribo un día antes de que se publique así que, aunque estoy bien mientras tecleo, ahora cuando usted lee esta líneas puedo haber causado baja y andar soltando mocos mientras pinto dos rayitas rojas en un test de antígenos. Se acaba 2021, año dos (o tres) de la pandemia y no hay forma de comprender esta nueva ola tsunami. Quitamos el cartón del 21 como en los partidos de pelota y ahora que salimos del frontón no hay mayor deseo para el tiempo que comienza que salud para todo el mundo. Yo ya he abandonado el intento de comprender lo que pasa, solo miro cómo arde todo y toco la lira al estilo de Nerón en el incendio de Roma.
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