Un liderazgo con daños
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Podemos es Iglesias, y éste no puede desentenderse ni del pasado ni del presente de una organización que depende de élPodemos no acaba de extraer las consecuencias del 28-A y del 26-M. La inexplicable incomparecencia de Pablo Iglesias en la noche de las elecciones europeas, autonómicas y municipales, sus declaraciones posteriores achacando a la debilidad territorial la pérdida de dos millones de votos, ... las manifestaciones críticas de Ramón Espinar, y los preparativos del Consejo Ciudadano Estatal de este sábado -con el anuncio de que Alberto Rodríguez sustituirá a Pablo Echenique como número tres del partido- son reflejo del desconcierto y las penurias orgánicas en que vive una formación emergente hoy empantanada. Desconcierto y penurias que reflejan las contradicciones en que se ha movido el propio Iglesias. Podemos ha sido, en sus estatutos y en su funcionamiento, una organización vertical y presidencialista. La permanente supervisión centralista ha ido pareja a las dificultades mostradas por su dirección para entenderse con las 'confluencias'. El partido de Iglesias evitó concurrir a las municipales de 2015 con su propia marca. No se sabe si por temor a que obtuviera muchos menos votos que en las autonómicas, o a que así sus 'círculos' locales adquirieran vida propia fuera del control central. De modo que la debilidad orgánica que ahora deplora Iglesias no es consecuencia de una mala gestión, sino de la propia concepción del partido como una estructura recelosa respecto a la autonomía de sus organizaciones territoriales. El grupo fundador de Podemos, hoy disgregado, fue partícipe de esa misma concepción. Ejercieron desde el principio el 'madrileñocentrismo', aunque han acabado siendo incapaces de articular una alternativa cohesionada para Madrid. La dinámica centrípeta ha agudizado su carácter piramidal mediante un proceso de depuración que solo mantiene en la cúspide a Pablo Iglesias y a Irene Montero. Hasta tal punto que las bases tuvieron que optar entre su liderazgo con chalet en Galapagar o su salida del partido, en una consulta que ha resultado finalmente desgarradora. Iglesias se aferra a la idea de que los 42 diputados de Podemos son imprescindibles para un gobierno de izquierdas, con Pedro Sánchez a la cabeza. Pero continúa rehuyendo el balance de cinco años de existencia, que han descrito una evolución vertiginosa y a la baja. Podemos es Iglesias, y éste no puede desentenderse ni del pasado ni del presente de una organización que depende totalmente de él.
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