La libertad religiosa está en caída libre
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Y el correspondiente derecho también. El artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos asegura que todos tenemos derecho a nuestras propias creencias, a tener una religión, a no tener ninguna o a cambiarla. Esto supone que dicho artículo protege a los creyentes católicos, ... protestantes, judíos, islámicos, así como a aquellos que no profesan ninguna religión o creencia. Esta Declaración se aprobó en diciembre de 1948, que ya ha llovido desde entonces.
El pasado jueves 17 tuvo lugar en nuestra ciudad la presentación del 'Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2021', que cada dos años realiza la prestigiosa fundación de la Santa Sede 'Ayuda a la Iglesia Necesitada' (ACN).
Que yo sepa, un estudio tan preciso, tan documentado y tan vitalista, solamente lo hace Ayuda a la Iglesia Necesitada. La pregunta a la que responde el Informe es muy sencilla: ¿Hasta qué punto se cumple o se respeta este derecho humano en los 196 países que hay en el mundo? Respuesta: muy a medias, ya que, a día de hoy, el 67% de la población mundial vive en países donde se producen graves violaciones a la libertad religiosa. Dicho de otro modo, 5.200 millones de personas viven en un ambiente de discriminación, de marginación y aún de persecución por causa de la fe, sea esta católica, protestante, islámica, judía, la que sea. Por eso yo he titulado mi escrito 'La libertad religiosa en caída libre'. La presentación del informe tuvo lugar en la parroquia del Buen Pastor y debido a la pandemia se transmitió en directo por el Canal de YouTube de nuestra diócesis riojana. Participaron el vicario de Pastoral, Víctor Jiménez, el responsable de Promoción de ACN, José F. Crespo, y Juan Pablo López, misionero riojano en Benín muchos años. Una conclusión que ofrece el informe hace referencia a África, donde cada año que pasa hay una mayor presencia de grupos yihadistas que actúan en connivencia con grupos locales muy violentos. Casi en la mitad de los países africanos se ataca abiertamente la libertad religiosa, o sea, a los católicos que van a misa.
A mí personalmente me ha impactado mucho lo que afirmó en abril la editora jefe del Informe sobre libertad religiosa, Marcela Szymanski, alertando del «notable empeoramiento» sobre todo en los países occidentales donde se está extendiendo lo que ya llaman 'persecución educada'. También ha señalado esta señora que «España está muy cerca de entrar en la lista de los países que vulneran este derecho fundamental». Y no le falta razón a la luz de lo que estamos observando a propósito de la presencia de lo religioso católico en los medios estatales, en los que abunda un cierto 'cachondeo', por no calificarlo de forma más contundente. Y esto todos los días. Ya veremos qué nos deparará el futuro, y no muy a largo plazo.
Y ya lo más grave: da toda la impresión de que este desprecio mundial por el derecho a la libertad religiosa se está viendo enmarcado en una impunidad absoluta en la que nadie hace nada de nada. Para muchos comunicadores el hombre y la mujer que piensa, que busca la verdad, que cree en la trascendencia, es un obstáculo para lo políticamente correcto, para lo que engañosamente llaman progreso, cuando en realidad es retroceso. Por otra parte, se trata de los mismos que siempre actúan de juez y de parte. Y eso es trampa.
Es una trampa porque en nombre del 'buenismo' muchos países, España entre ellos, dictan unas leyes que retiran a los creyentes de la vida pública, o dicho de otro modo igualmente hiriente, leyes que crean un clima en el que se discrimina al creyente frente al no creyente. Y hay que insistir en que esta intolerancia goza, insisto, de una impunidad realmente llamativa. Combatir esta impunidad es muy complicado porque los medios de comunicación solamente denuncian las violaciones a la libertad religiosa que conllevan atentados o genocidios muy llamativos. Las violaciones al derecho a la libertad religiosa que son de bajo perfil, que son vulneraciones sutiles, más aún disfrazadas de respeto, pasan desapercibidas en los medios.
El Papa ha pedido a los católicos que «estén atentos no sólo a la persecución en forma de bombas puestas por terroristas, sino también a aquella persecución 'de buenos modales' que se encuentra tras las leyes de algunos países que pretenden arrinconar la religión (meterla en las sacristías) o ir contra quienes manifiestan los valores cristianos. Se trata de una persecución disfrazada de cultura, de modernidad, de progreso, de una persecución que quita al hombre la libertad, incluso de la objeción de conciencia». Y esto ya es muy grave, ¿o no?
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