La salida de Pablo Iglesias del Gobierno, que no se hará efectiva hasta el inicio oficial de la campaña para las elecciones autonómicas de Madrid, hará variar las relaciones en el Consejo de Ministros y modificará la actitud de Unidas Podemos hacia la coalición. El ... vicepresidente segundo no solo anunció el lunes su renuncia al cargo, sino que hizo pública su propuesta de cambios en el Ejecutivo. El precedente de Salvador Illa le ha permitido continuar en el cargo hasta mediados de abril. Y por esa misma lógica es de suponer que mantendrá su escaño del Congreso cuando menos hasta el momento en que los miembros de la Asamblea regional deban tomar posesión de sus actas. Un período de casi dos meses en los que simultaneará su papel de vicepresidente, y de portavoz de su grupo en la Cámara baja después, mientras trata de erigirse en protagonista principal de la pugna contra las aspiraciones de Isabel Díaz Ayuso. Con mayor empeño aún tras la negativa de Más Madrid a conformar una lista conjunta para los comicios del 4 de mayo.
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El Gobierno no debería quedar a merced de los ajustes tácticos que Iglesias y Unidas Podemos se vean en la necesidad de introducir para resituarse políticamente. Es una mala señal que el vicepresidente segundo condicione las decisiones potestativas del presidente mencionando nombres y asignando carteras como si la remodelación del Ejecutivo le correspondiera a él. Pasando por alto, sin ir más lejos, las dificultades que entrañan simultanear la cartera de Trabajo, en manos de Yolanda Díaz, con la vicepresidencia segunda, o la carga corrosiva de algunos mensajes con los que Ione Belarra, la previsible nueva ministra de Derechos Sociales, ha cuestionado la rectitud de sus futuros compañeros de Gabinete.
El hecho de que Iglesias aprovechase la ocasión para poco menos que nominar a Díaz candidata a La Moncloa asimila su vicepresidencia a esa condición y presenta su eventual designación por parte de Pedro Sánchez como lanzadera con vistas a las próximas generales. Ello cuando, por lo menos hasta el final de la legislatura, el líder morado manejará las riendas de la formación. Una legislatura que, con él fuera del Gobierno, podría acortarse a poco que la agenda económica acentúe las diferencias entre los socios de coalición. Sin olvidar que la perspectiva de dos años sin elecciones ha quedado maltrecha por la efervescencia partidaria de esta última semana y de la remodelación del centro-derecha en torno al 4-M.
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