Lechuzas

A la hora de celebrar no hay reglas, la gente se deja llevar por cualquier impulso absurdo y terminamos haciendo cosas disparatadas como vaciar el cargador de un rifle tras una boda o bailar la Macarena en una convención del partido Demócrata. Cuando ganamos la Eurocopa en 2010 y toda la expedición regresó a España vivimos en directo un espectáculo que, si se analiza bien, fue propio del circo de los horrores, con Pepe Reina contando chistes nefastos y todos pegando voces; hasta Xavi Hernández gritó 'Viva España'. Llegaron a mantear al pobre Manolo Escobar y, al posarlo de nuevo sobre el escenario, el hombre tenía la cara desencajada y la mirada perdida, un poco como Rajoy cuando salió milagrosamente vivo de aquel accidente de helicóptero en Móstoles.

Hay celebraciones que es mejor dejar pasar, como la de Sánchez tras el acuerdo en Bruselas. Deberían haber hecho lo del Real Madrid, que ha vuelto a ganar la Liga y alrededor de la Cibeles sólo circulaban taxis vacíos como lechuzas en la noche en busca de algún cliente. No hubo disparos al aire, pero los aplausos al presidente son otro episodio más de esta costumbre tan nuestra que consiste en hacer siempre el ridículo. No sé qué festejaban los ministros, pero me recordaron a esos pasajeros que aplauden cuando aterriza el avión y que, mientras espantan sus miedos, producen vergüenza ajena.