«El COVID ha desvelado nuestra excesiva dependencia del abastecimiento exterior» (Patricia de Sequera Ortiz. Sociedad Española de Nefrología).
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Hace años, cuando residía y trabajaba en La Coruña, durante una operación se me ocurrió hacer una observación a mis compañeros: de todo el material ... que hay en quirófano, solo hay dos cosas de fabricación española, compresas y sueros, y no todos, les dije. La cosa les pareció graciosa, intrascendente...
A mí me dio pena la general indiferencia ante un hecho que, como ahora se demuestra, tiene una importancia que puede llegar a ser vital. Y es la excesiva, por no decir total, dependencia de España de los suministros médicos de otros países. A todos los niveles, desde lo más sencillo hasta la tecnología más compleja.
Bien es verdad que, en algunos casos, el diseño y la fabricación de determinados sistemas es patrimonio de un reducido elenco de empresas que ostentan el monopolio a nivel mundial. Por poner algunos ejemplos bien conocidos, el TAC, la resonancia magnética o el PET solo los diseñan y fabrican cuatro empresas: Siemens (Alemania), General Electric (Estados Unidos), Fujitsu (Japón) y Philips (Holanda); los aparatos de endoscopia son prácticamente exclusivos de Olympus en Japón y Storz en Alemania.
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Pero desde esos sofisticados instrumentos hasta unas humildes gasas, sin olvidar el universo de los medicamentos, productos de laboratorio, etc. hay una miríada de aparatos y sistemas necesarios para la buena marcha de cualquier sistema sanitario. Suministros que, en la mayoría de los casos, España debe importar de otros países. Basta leer las etiquetas y verificar el made in... Y ya que menciono esto, quisiera añadir que la lista de países que nos proveen de estos artículos es larga y variopinta, y no solo se limita a gigantes como USA, Alemania, Japón, China... Desde Francia, Italia, Suiza, Suecia a Austria, pasando por Noruega, Irlanda, Corea del Sur, Israel, Sudáfrica... lo difícil es encontrar un made in Spain.
El ejemplo más palmario de lo que estoy diciendo es el de las famosas mascarillas... Ustedes recordarán sin duda el pánico que se desató porque no había suficientes, básicamente porque no llegaban de ¡China! Pase que en España no dispongamos de medios para fabricar un TAC, o un aparato de anestesia, pero una humilde mascarilla de celulosa...
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Otro ejemplo: en los quirófanos de nuestro Hospital San Pedro (y de todos los demás), cada día se puede ver una montaña de cajas que contiene equipos estériles desechables para cirugía: batas, campos quirúrgicos... fabricados con papel (que después de su uso se destruye por incineración), material que por normativa sanitaria ha sustituido al textil tradicional reesterilizable (y fabricado aquí...). Casi todo (hay alguna honrosa excepción) se importa de Francia y otros países. No es una tecnología aeroespacial, desde luego, pero pudiendo hacerse en España se trae de fuera.
De todo esto se pueden extraer múltiples lecciones, quizás la primera, y ya que hablo de mascarillas, es que no se debe despreciar ni descuidar ningún tema por humilde que sea.
La segunda, que es una verdadera locura deslocalizar la fabricación y suministro de tantas y tantas cosas, no solo sanitarias, a otros países, solamente porque los costes y mano de obra sean inferiores. Como hemos visto estos días, un solo incidente marítimo en el canal de Suez puede provocar una crisis global. Y ello por no citar las posibilidades de un boicot económico, cambios de coyuntura política, la dependencia tecnológica de terceros y el freno a la investigación nacional, el déficit comercial, en fin, la lista es muy larga.
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La tercera lección es que se debería hacer lo posible por evitar la venta de la poca tecnología y fábricas nacionales que restan a terceros, invocando exclusivamente leyes de mercado, so riesgo de que dichas fábricas sean cerradas un día porque ya no son rentables para la multinacional o porque así se deshacen de un competidor. Pero, por encima de todo está lo que nos ha enseñado la pandemia por coronavirus: las cosas ocurren de improviso y un país desarrollado como el nuestro debe o debería tener la capacidad suficiente para responder rápida y adecuadamente a un problema de importancia crucial sin esperar a que llegue lo necesario de otros países.
Como médico, me gustaría que estas consideraciones no cayeran en saco roto y que nuestros queridos dirigentes reservaran un poco del tiempo que dedican a la ciénaga política (y a sacarnos los higadillos) a pensar en estos temas.
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