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Las madres, que lo saben todo y bien, tienen la solución mucho antes que la Mesa Interconsejerías, el Comité Técnico Sanitario y que el propio Fernando Simón, el cejudo epidemiólogo genio de la comunicación simple y sincera que le está haciendo al Gobierno más labor ... que Irene Montero en silencio. La solución es lavarse las manos. «¡Lávate las manos, niño!». Sin más. Pero no hay costumbre. No somos, por lo visto, partidarios. Por lo visto y por los casos positivos que saltan a cada minuto. Emite reportajes la tele detallando cómo hay que lavarse las manos como si estuviera explicando la reproducción de la almeja japónica. En los colegios ¡lo dan en clase! a la chavalada. ¿Estamos tontos o simplemente somos unos guarros? No sé si me consuela saber que el médico húngaro Ignaz Semmelweis acabó (+1865) en el nosocomio por tratar de demostrar que el lavado de manos disminuía la mortalidad. Sus colegas se negaron rotundamente a aceptarlo. No debían tener madre, los cerdos.

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larioja Lavarse las manos