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El destino es caprichoso; una erupción volcánica llega y nos sorprende, pero los episodios de la historia se fraguan en los errores del ayer aunque a veces destino e historia son igualmente terribles. Inexorablemente las lenguas de lava del volcán de La Palma han ido ... avanzando en su camino hasta alcanzar el mar. Todo ha cambiado allí en muy pocos días. Los deseos del volcán han alterado la vida de los habitantes e incluso la geografía de la isla. Los isleños están sorprendidos por el volantazo inesperado que han tenido sus vidas.
Simultáneamente vemos otra realidad inquietante. Si en La Palma huele a infierno, mucho más lejos, en Afganistán viven en él y no parece que el volcán talibán vaya a amainar su furia. La consecuencia de los despropósitos de ayer han favorecido que la lava talibán haya sepultado la libertad del pueblo afgano en un suspiro. En menos de un mes Afganistán no solo huele a azufre como en todos los infiernos sino a Edad Media; mejor dicho, huele a Prehistoria. Afganistán ha reabierto las cavernas del pasado. El nuevo gobierno islamista además de secuestrar la libertad lo ha prohibido todo, incluso la piedad. Si desde la distancia asustan solo puedo imaginar que allí aterran. Este gobierno negro como la lava está pensando en restaurar los castigos físicos, como las amputaciones de miembros como medida estrella. Defiende Nooruddin Turabi, ministro de Prisiones, que «cortar manos es muy necesario para la seguridad». Le apoya un dirigente de Kandahar que considera conveniente que se ejecuten esas salvajadas en público porque haciéndolo se da una lección y «se obtienen muy buenos resultados porque todo el mundo ve lo que le puede ocurrir». En eso aciertan: no hay duda de que el miedo acongoja y más cuando sabes que son capaces de hacerlo porque ya lo hicieron.
No les preocupa evitar que los afganos se mueran de hambre. Lo primero que han hecho, además de enjaular a las mujeres en el burka, ha sido crear el muy necesario ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio suprimiendo el ministerio de Asuntos de la Mujer. Siento un escalofrío sabiendo que vigilarán la longitud de la barba de los hombres, la obligación de acudir a los rezos cinco veces al día, que ninguna mujer vaya sola por la calle o que incumplan la prohibición de acudir a la escuela o a la universidad. Ellos vigilarán que las enseñanzas que se imparten sean acordes con su interpretación del Corán porque la sharía es la ley para que ningún estudiante se desvíe de la verdad talibán. Ya sé que el precio del kilovatio hora nos asusta pero, reconozcámoslo, esto sí que acongoja de verdad.
No podemos echar al cajón del olvido el regreso a la noche de los tiempos al que están sometiendo a los afganos. ¡Gobiernos del mundo: no podemos abandonarlos, nos necesitan!
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