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Con demasiada frecuencia el hombre le echa pulsos a la naturaleza. Y. por ejemplo, los errores humanos en la planificación de asentamientos provocan desgracias. Urbanizaciones en llanuras aluviales, en zonas con movimientos sísmicos, en tierras de origen volcánico. Pero la naturaleza a menudo da curso ... a sus manifestaciones de carácter geológico y climático.
«Los fenómenos naturales, sea cual sea la magnitud, no constituyen en sí mismos un desastre. Más bien son parte integral del proceso de evolución natural del planeta y de su constante proceso de transformación. Para que un terremoto, huracán, erupción volcánica o sequía se conviertan en desastres debe estar presente la intervención humana, las obras del hombre», recoge el Programa de las Naciones Unidas 'Desastres naturales y asentamientos humanos'. El factor antrópico, una vez más.
Ahora, una vieja cumbre se ha despertado con resaca. Ha vomitado, sigue vomitando, lenguas de fuego. Se ha desperezado y sus brazos de lava exterminan todo a su paso.
No me puedo imaginar lo que supone tener que dejarlo todo. Que un volcán calcine tu isla, tu casa, tus pertenencias, tu trabajo, tu historia personal, tu vida.
No, no me puedo imaginar lo que supone perder el ayer, el hoy y quizás el mañana. Y me cabe la duda de si algún día aprenderemos a vivir en la Tierra. A convivir con ella. Porque mucho me temo que para la mayoría de quienes no vivimos en La Palma la lava de Cumbre Vieja pronto será pavesa.
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