Larra hoy

Es como esas series malas de Netflix que se van enredando y complicando hasta hacer perder el interés de la audiencia. Yo, que tengo amigos en todos los partidos y también en estos de nuevo cuño, desconecté hace tiempo aunque desde dentro y desde fuera se esforzaban por intentar explicarme la última puñalada. No hay forma de entender nada más allá del ansia por el poder y la necesidad yonqui de cierta clase de gente por mantener un sustento que fuera de las instituciones no podrían encontrar de forma honrada. «Ha sido todo una estafa piramidal», me contaba hace poco alguien que saltó del barco antes de este despropósito.

En Podemos nadie sabe quién manda y en Ciudadanos te envían notas de prensa que luego corrige otro en una cosa paródica de Faemino y Cansado. No hay debate ideológico ni corrientes de opinión, todo es poder y supervivencia y pasa en el resto de partidos aunque hagan menos ruido; se empujan como a aquel ciego al hueco del ascensor. Es como esa escena de 'Piratas del Caribe', en la que Sparrow le pregunta al bucanero Tai Huang:

– ¿De quién eres aliado?

– Del mejor postor.

Hubo gente con ilusión y honradez, pero la gran mayoría de esa tropa que llegaron surfeando un tsunami de indignación, que enarbolaban como Mariannes despechugadas la bandera del nuevo tiempo, no tenían ni talento ni intención de mejorar la vida del personal. No han sido ni gobernantes, hemos tenido otra cosa, cuasi políticos, «por desgracia muchos hombres cuasi ineptos» como escribía Larra en aquel viejo artículo; el texto lleva por título 'La pesadilla política' y es de 1835.