El 1 de octubre se cumplieron 90 años de la histórica votación en las Cortes del que sería el artículo 36 de la Constitución de la II República que otorgó el voto a las mujeres españolas. El resultado se obtuvo tras un enfrentado debate entre ... las dos únicas diputadas feministas: Clara Campoamor, del Partido Radical de Lerroux, defendió el sufragio con argumentaciones frente a quienes le rebatían. Victoria Kent, del Partido Radical-Socialista, abogó por aplazar el sufragio femenino alegando que las mujeres no estaban preparadas, y se hallaban bajo el dominio de padres, maridos o del clero, y sus votos estarían influenciados e impedirían las reformas progresistas que el país necesitaba. Consideraba necesario esperar a que la República estuviera consolidada. Finalmente la dialéctica y razonamientos de Campoamor lograron la victoria, no exenta de clamores, protestas, e incluso bromas.
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El Diario de Sesiones recoge la cita de Alexander von Humboldt con la que Campoamor cerró su intervención: «La única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella».
Tras nueve décadas de tan importantísimo logro nos encontramos con muchas mejoras para la mujer y caminamos dentro de la libertad. Sin embargo, no todo el que vive en libertad sabe ejercer la libertad. Además de los actos vandálicos en macrobotellones, el Barómetro Juventud y Género 2021 realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) recoge que el 20% de los jóvenes varones, el doble que en 2017, cree que la violencia de género no existe y que es un «invento ideológico». Por otra parte expone que el número de ellos que se considera feminista aumenta del 23,6% de 2017 al 32,8% de 2021. Esta dicotomía resulta muy preocupante por cuanto decirse feminista puede responder más al postureo que a la realidad de la igualdad de género. Para concordar con la realidad, el porcentaje de chicos que ven la violencia machista como un problema grave debería haber aumentado, y no disminuido. Máxime cuando hombres y mujeres afirmaron haber presenciado, aunque con diferentes porcentajes entre ellos, situaciones de violencia de género en su entorno: revisar el móvil, controlar lo que hace la otra persona, decirle con quién puede hablar o salir, insultar y humillar a su pareja, y tratar de aislarla de sus amistades.
Vivimos, pues, en un contexto de libertad, de acceso a la cultura y a la educación que deberían proporcionar una educación, un civismo y una responsabilidad social que no se constata. Está claro que no es suficiente. De la misma manera que no solo por estar en un aula de tecnología sabemos utilizar los ordenadores y los programas, y es necesario que nos enseñen. Así, necesitamos urgentemente enseñar a usar y disfrutar de la libertad.
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