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Las perseidas, o lágrimas de San Lorenzo, corren sobre el tapiz del cielo. Siempre he creído que son la metáfora de la fugacidad de la vida. Dicen los astrónomos que esta lluvia de meteoros tiene su punto álgido en torno al 10 de agosto. Estas ... diminutas partículas, que deben su nombre al semidiós griego Perseo, no dejan de evocarnos aquel tiempo en el que los dioses gobernaban el cielo y la tierra a su antojo hasta que los hombres destruyeron el Olimpo y crearon otros cielos de los que surgieron otros infiernos.
La leyenda de la concepción de Perseo revive estos días cuando el cielo nocturno se llena de dorados puntos fugaces. Zeus, el rey de los dioses, siempre travieso con los hombres, para atormentar al rey de Argos, al que el oráculo había desvelado que su nieto lo mataría, decidió jugar con su destino como siempre hicieron los dioses. El rey Acrisio, para evitar la maldición, encerró a su hija Dánae para que no pudiera procrear. Pero, no hay deseo de los dioses que quede insatisfecho. Así fue que Zeus, convertido en lluvia de oro, burló el encierro y poseyó a Dánae. De esta unión, más bien de ese abuso de poder de Zeus, nació Perseo.
Estos días el mundo ha visto las lágrimas de Lionel Messi empañando los telediarios en su despedida del Barça. También el mundo ha visto cómo, después de llorar amargamente, una lluvia dorada le ha devuelto la alegría. Ya sabemos, por nuestro rey emérito don Juan Carlos I, que la magia que transforma en oro cuanto toca siempre viene de Oriente. En este caso la lluvia dorada que ha regalado a Messi una nueva sonrisa ha sido enviada por el Paris Saint-Germain, propiedad de Qatar Sports Investment, cuyo director ejecutivo es el emir qatarí Tamim bin Hamad Al Zani. Quizá Messi lloró porque a sus 34 años sabe que será imposible ser más de lo que ha sido. Aunque desde el PSG trate de prolongar su leyenda, todo es efímero, incluso para las estrellas que habitan la Tierra. Entiendo que sus seguidores lo añoren y lo lloren pero a mí me conmueven más las desgracias que afligen a los humanos de a pie.
Todo es tan relativo que, mientras Messi lloraba porque no puede controlar su futuro, un grupo de expertos de Naciones Unidas ha advertido de que nosotros, los humanos, tampoco tenemos ya el control del nuestro. No queremos darnos por enterados pero la acción del hombre ha cambiado irreversiblemente el planeta. El calentamiento global y la crudeza de los fenómenos atmosféricos extremos son un hecho incontestable. Vamos camino de la autodestrucción, de un mundo oscuro que ocultará cualquier cielo. Perseo fue el vencedor de la Medusa, la que convertía en piedra a quien la miraba a los ojos. La Tierra está mirando fijamente los nuestros y al paso que vamos pronto seremos estatuas que ya nunca podrán contemplar el cielo estrellado.
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