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En este extraño agosto, cuesta distinguir, día tras día, si las noticias de actualidad hacen referencia a hechos reales o son la representación de un vodevil repleto de asuntos tortuosos de cariz tragicómico, justificados torpemente por quienes deberían ofrecer muestras de compromiso y responsabilidad pública ... frente a ellos.
La situación COVID-19 sigue una carrera fatal e incierta en la que, quizás, paguen justos por pecadores. Los rebrotes en España, unos inevitables pero otros fruto de la irresponsabilidad personal de conductas particulares imprudentes e irresponsables de negación de lo que está en juego no solo en el ámbito económico sino también en el de la educación y la salud, anuncian nuevas medidas drásticas de confinamientos parciales, pero perturbadores, porque recortan nuevamente libertades y cercenan negocios y fuentes de riqueza, consolidando la crisis ya abierta e incrementando la incertidumbre de lo que sucederá en septiembre con el retorno a la normalidad o, quizás, a la nueva anormalidad que construyamos.
A nivel político, la situación está llena de despropósitos cuando lo deseable sería el consenso responsable entre las fuerzas políticas, sociales y económicas para salir de la crisis abierta. El talante del país se encrespa envuelto en un vacuo debate cargado de acusaciones de culpabilidad entre fuerzas políticas que, todas ellas, deberían reflexionar y enmendar conductas poco ejemplares, porque quizás ninguna tenga las manos limpias para tirar piedras al tejado de otras. Además, lo que era obvio ha alcanzado, hipócritamente, nivel de escándalo respecto a la conducta del rey emérito de quien hasta ahora todos conocían y toleraban inapropiadas conductas donjuanescas y gananciales valorando su aportación a la estabilidad democrática de la nación; su vergonzosa huida ante lo evidente aparece envuelta en una cortina de humo tanto por parte de la Casa Real como del Ejecutivo, dando la impresión de que nos están tomando el pelo a todos, con el silencio de aquellos que tantos negocios le deben.
A nivel mundial la desorientación también es patente: desde el prolongado descrédito de los Estados Unidos ganado a pulso por el estilo 'trumpiano', hasta la temible exhibición autócrata de Bielorrusia que acaba de recibir el apoyo ruso frente a sus ciudadanos, o las graves consecuencias de la corrupción gubernamental del Líbano. ¿Dónde está el cuestionamiento, la sobriedad, la serenidad, responsabilidad, el compromiso o el libre pensamiento?. La dificultad estriba no solo en construir una 'nueva normalidad' sino huir de la 'nueva anormalidad' que algunos pretenden instaurar.
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