La justicia y las mayúsculas
EL REPASO ·
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EL REPASO ·
De cómo lo de Estados Unidos nos recuerda los peligros de dejar a los políticos elegir juecesEl viernes pasaron dos cosas conectadas en dos lugares desconectados. Las dos demuestran lo peligroso que es el partidismo extremo (que no la política) aunque cada uno tenga sus razones, sus motivos y sus antecedentes. Pero de ambas se puede sacar la misma lección: meter ... la mano en la Justicia produce monstruos.
La primera ocurrió en España. El juego al que están jugando desde hace años los dos partidos mayoritarios con la justicia española es, nunca mejor dicho, de juzgado de guardia. En este caso creo poder achacar la culpa principal al PP, que se está pasando sus obligaciones constitucionales por el arco del triunfo desde hace un lustro por no perder la mayoría conservadora que ahora mismo hay en el CGPJ. El viernes, sin embargo, el PSOE demostró que sus intenciones en el particular tampoco es que sean virginales. Así, echaba para atrás una ley que ellos mismos se habían sacado de la manga un año antes para posibilitar otra mayoría (ahora progresista) en el Tribunal Constitucional.
Ese mismo día, en los EEUU, el Tribunal Supremo se cargaba todas las doctrinas de las últimas décadas para eliminar la protección del aborto como derecho en aquel país. Algo que era inimaginable hasta que vino Trump y nombró a unos cuantos magistrados de prestigio dudoso pero de indudable filiación ultra. Un paso más en la más que peligrosa deriva en la que se ha embarcado una buena parte de aquel país que coquetea con algo que se parece cada vez más a una teocracia.
La ortografía es una cosa curiosa, aunque cambiante. Es costumbre en estos tiempos, por ejemplo, usar la minúscula para hablar de la justicia como concepto, pero la mayúscula para referirse al poder constitucional, la cosa de los jueces y las puñetas. Quizá debería ser al revés, como homenaje a una cuestión evidente: que la institución solo es servidora del concepto. Y que cuando los políticos meten mano a la Justicia con mayúsculas casi siempre se cargan la justicia con minúsculas, que viene a ser la importante.
Quizá damos demasiadas cosas por garantizadas. Como eso de la democracia. Pero habría que tener siempre en cuenta que las democracias son todavía apenas un accidente histórico, y minoría en el mundo. Y que son frágiles: sobre todo ante los embates de los malos políticos.
Miércoles | Tren
Por cosas del trabajo y de la devoción suelo leer con atención suma los medios de comunicación de nuestras regiones vecinas. Como los vascos, sobre todo esos dos periodicazos que son El Correo y el Diario Vasco. El otro día, nuestros colegas y sin embargo amigos de Bilbao y Vitoria se ufanaban en algo aplaudible: que con la entrada en servicio de otro tramo de vía férrea, Vitoria y Madrid estaban a tres horitas. Y Bilbao a un poco más.
Ya, lo sé, me van a decir ustedes que soy un envidioso. Y tendrán toda la razón del mundo, les reconozco. Pero qué quieren que les diga. Dentro de no demasiado, la manera más rápida de ir a Madrid desde Logroño va a ser ir primero a Vitoria, por mucho que la geografía pareciera indicar lo contrario.
Pero bueno, que dice nuestro gobierno que ya está la alta velocidad en marcha por aquí, por no se qué de la variante de Rincón y de las traviesas y del ancho. Pero la pura verdad es que de eso nada. Que ellos lo saben, nosotros lo sabemos y ellos saben que lo sabemos. Aunque no les importe.
En fin. Esperemos que los aparcamientos de la estación de Vitoria no sean muy caros.
Jueves | Debate
De las no demasiadas cosas divertidas que dejó el debate sobre el estado de la región de esta semana, quizá la mejor sea la constatación creciente de lo poco que se quieren la presidenta Concha Andreu y su socia Henar Moreno.
Es ese un curioso matrimonio, en el que no hay amor pero tampoco se vislumbra ni de lejos un divorcio. Una sabe que necesita a la otra si quiere que en las elecciones de mayo no gobierne quien quiera que sea el candidato del PP. Y la otra sabe que no puede romper con la una, o no demasiado pronto, en ese difícil equilibrio que hay entre marcar perfil propio y pasarse de la raya.
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