Fue el lunes pasado, a eso de las diez de la noche, minuto más, minuto menos. Los dos solos, el uno frente al otro. La expectación era máxima y todos los medios de comunicación, unos a favor otros en contra, se habían dado cita para ... retransmitir el encuentro.

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Un sorteo rigurosamente controlado por cada uno de los asesores repartió las primeras posiciones. A la hora prevista, minuto más, minuto menos, se inició el esperado encuentro.

Ya de salida pudo verse cómo uno de los contendientes arrinconaba al otro que parecía haber salido muy a la defensiva y fue a medida que se iban desarrollando las primeras intervenciones cuando cada uno de los comentaristas fue viendo de diferente forma cómo se desarrollaba un juego que, poco a poco y por razones difíciles de explicar, iba adquiriendo cada vez tintes más dramáticos.

Y así, mientras uno de los contendientes parecía disfrutar cada vez más de la situación que se estaba creando, el otro, cada vez más arrinconado en su campo, comenzaba a tener verdadera dificultad en hilvanar sus golpes. Y así fue cómo, después de cerca de una hora y media de enfrentamiento, se dio por terminado el careo. Lo que había que hacer debería haber quedado hecho y dicho debería haber quedado lo que había que decir.

Y fue tras el análisis de las diferentes actuaciones cuando la opinión generalizada comenzó a dar a uno de ellos como ganador.

Y estando así la situación, tras la singular partida, todavía al día de hoy se desconoce el resultado definitivo del singular choque de trenes. Y algunos habrán visto al perdedor como ganador, aunque el perdedor mantenga su esperanza de triunfo hasta ver lo que de manera definitiva ocurra dentro de siete días por ser esta la fecha en la que todo habrá acabado, estando todo listo para jugar la final.

– ¿Qué final?

– Qué final va a ser, la de Winbledon.

– ¿Y a qué viene eso ahora?

– ¿Cómo que a qué viene eso ahora? ¿Pues no estamos hablando de la final del trofeo de Winbledon?

– Yo no. Yo te estaba contando lo del cara a cara entre Sánchez y Feijóo.

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– ¡Anda jaleo, pues sí que estamos bien! ¿Y quién ha ganado?

– Todavía no se sabe, para saberlo hay que esperar hasta la semana que viene.

– Pues vaya latazo.

– Sí.

Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.

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