Cuando las fiestas traían circos y los circos fieras salvajes siempre había algún lilaila empeñado en colarse por los entramados de la estructura para ver un león, dormido por supuesto. Un león león y dormido dormido, se desconfiaba del cuento del monte. Conseguido el documento, ... paz y gloria, el parecido era nulo total. Es un promontorio, una montañita, un lugar de encuentro, una muga, una marca de agua en el paisaje, la postal obligada, casi una leyenda que inquieta con el sueño eterno de la naturaleza, sereno, pacífico, ornado de dorados otoñales y guipur verde en los sembrados de primavera.

Publicidad

¿De verdad duerme?

Cuando algún turbión salta Herrera desde la llanada alavesa, ronca. Después de la tormenta llega la calma y sigue traspuesto, funcionario a tiempo completo de la indolencia. Que hay guerras desde Ucrania al Congo. A él, plim. Un plim de meditación profunda, acumulación de olvidos, respiración asistida entre el ceodós que se cuela por los portillos de Peñacerrada. Si los despiertos despiertísimos del mundo hacen oídos sordos, no se va a poner un cerro calizo hincado en un milímetro perdido del mapamundi a tocar a rebato. A dormir y callar, la mejor diplomacia.

¿De verdad duerme?

Desde Laurel, La Redonda o la Torre de Logroño, duerme. Camino, caminito de Fuenmayor hace camino al andar, salta el río en la barca de Lapuebla y morrea; por la carretera que asciende entre la arcilla y el río, ruge; en Assa se sobresalta, alza el morro y muerde las nubes. En Oyón vuelve a acachar la melenuda cerviz y cae relocho.

Con medio miligramo de refuerzo imaginativo se le ve copia del León de la Metro avisando que llega 'Lo que el viento se llevó'. Una bio/resurreción cinematográfica, de dormido a soliviantado, el corto de un circuito virtual con insertos de planos del paisaje real, desde el sur al norte, desde la foto fija del pantano de la Grajera hasta el espejo cimbreante de la Laguna de La Sota, entre Cabredo y Marañón. El muñeco se anima y pasa del bostezo al ronquido y de la fase REM al aullido desgarrador. Leve fábula sobre la inestabilidad del conocimiento y la fugacidad de las opiniones firmes. El movimiento y el trayecto cambian los contenidos. Cómo saber si lo que se ve, afirma y argumenta en el kilómetro diez es lo mismo que se certifica en el kilómetro treinta y tres. La verdad es un punto de vista, un deambular, una proyección, una perspectiva, un circuito, la convicción como redondel de convicciones.

Iniciado el bostezo, ¿en qué sueño entra el León de Herrera? Ante la osadía retórica de preguntar paraliza el miedo al rebote geológico de una respuesta. «No despiertes a la serpiente/ mientras no sepa el camino a seguir», aconsejan sabios y poetas. Demasiadas serpientes y leones despiertos que no saben dónde van avivan miles de contiendas buscando a quien devorar. Qué fortuna si se durmieran hechos pedruscos y buenas vistas en este mapamundi cada día más en vías de extinción.

Publicidad

El León calla, otorga, reanuda la siesta y se atrinchera entre la suave brisa de pinos, hayas y matojos, como se adormila cualquier río seco entre el simún de cualquier desierto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad