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Almazuelas de barro

El gran dictador

Jueves, 6 de junio 2024, 22:24

Sería necesario poseer un sereno, documentado y profundo saber para argumentar un juicio sobre el Estado de Israel. Su actual beligerancia no ha nacido ahora, su virulencia parece recalificarse cada vez que una nueva escaramuza bautiza una guerra: de los Seis Días, del Yom Kipur, ... de las comprensibles intifadas, de los imperdonables degüellos. Tierra palestina quemada. Más árabes palestinos muertos, miles más que judíos palestinos caídos. La cuenta de la atrocidad de cada día provoca estupefacción. Esto no es posible, esto no está pasando. Aparece en los noticiarios como la mala obra protagonizada por un personaje chulesco, que alardea de una crueldad casi jovial. Un individuo «que si le pinchan, sangra; si le hacen cosquillas, ríe; si le ofenden, se venga». Frases de Shylock, el malvado mercader de Venecia al que Shakespeare no pudo imaginar tan brutal. Este gran dictador tiene nombre propio que será intercambiable si lo exige la estrategia del clan. Es occidental, culto, de los nuestros, judío. Judío. El apelativo contamina el escenario a nivel mundial con la persistencia de una subconsciencia de culpa por un hecho hiperpublicitado, fuente inagotable de historias basadas en hechos reales que sepultan en ocasiones bajo su peso emocional argumentos incompatibles. La benevolencia de una piedad postraumática ha propiciado y tolerado una contienda mimada con armas «de destrucción masiva». Si la razón crea monstruos, la mala conciencia los enaltece.

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