Este domingo se celebran en Turquía las que probablemente son las elecciones más importantes de 2023 en el plano internacional. La relevancia de estos comicios se deriva de tres hechos. Primero, del peso de Turquía como país, que es la decimonovena mayor economía del mundo, ... con un PIB anual de casi 1 billón de dólares, 85 millones de habitantes, miembro de la OCDE y del G-20, con un papel creciente como donante de Ayuda Oficial al Desarrollo, refugio para el mayor número de inmigrantes del mundo y actor ambivalente en la guerra entre Rusia y Ucrania. Segundo, de la posibilidad de que haya un cambio en el líder del país, después de 20 años de régimen de Recep Tayyip Erdogan, en favor del kemalista y secularista Kemal Kiliçdaroglu. Y tercero, de la importancia geopolítica de Turquía y la influencia que un eventual cambio puede tener.
La posición de Turquía es muy relevante para la Unión Europea desde un prisma geopolítico. Para empezar, Turquía juega un importante papel para la estabilidad del Egeo, en la medida en que desde 1974 parte de Chipre es territorio ocupado por población turca. Para continuar, desde la perspectiva migratoria, en marzo de 2016 Turquía firmó un acuerdo con la Unión Europea para prevenir el desplazamiento irregular de personas desde Turquía hasta las Islas del Egeo y retornarlas, en caso de que ese desplazamiento llegara a producirse. Y, como miembro de la OTAN, tiene la capacidad de vetar el acceso de nuevos países a la Organización y así lo ha hecho con Suecia, por las facilidades establecidas por el país nórdico para el establecimiento de ciudadanos kurdos. Por último, Turquía también ha jugado un importante papel en la guerra entre Rusia y Ucrania, manteniendo una posición relativamente ambivalente y no binaria. En efecto, Turquía ha suministrado armas a Ucrania, pero también ha sido una importante fuente de apoyo económico para Rusia, permitiendo en gran medida el desvío de las sanciones impuestas por Occidente. Además, Turquía ha facilitado que se alcanzaran acuerdos como el del grano, fundamental para permitir la exportación de cereales a través del Mar Negro.
Erdogan lleva en el poder desde el año 2003. Los primeros años de su mandato estuvieron cuajados de éxitos económicos, que estuvieron acompañados de importantes reformas estructurales para priorizar el respeto de los Derechos Humanos y el Estado de Derecho, así como para conseguir acceder a la Unión Europea. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar progresivamente desde 2007, con un giro definitivo en 2018, cuando se sustituyó el sistema parlamentario de gobierno por un sistema presidencial ejecutivo, que permitió a Erdogan concentrar en su persona aún más poder. Esta deriva autoritaria se une al impacto de los terremotos y sobre todo a un fuerte empeoramiento de la economía.
En la actualidad, las elevadas tasas de inflación, la debilidad de la lira turca, el elevado déficit por cuenta corriente y la reducida tasa de empleo son los principales problemas económicos para Turquía. Todo esto se deriva en parte de una falta de independencia de las principales instituciones económicas del país. En efecto, las dudas técnicas acerca de la fiabilidad de las estadísticas de inflación publicadas por Turkstat, motivadas en gran medida por el cese de su director hasta enero de 2022, han llevado a un grupo de expertos independientes, bajo el nombre de Enagrup, a publicar mensualmente cifras alternativas de inflación. Para el mes de marzo, Enagrup calculó una cifra interanual de inflación del 112,5%, frente al 50,5% reportado por Turkstat. Asimismo, el gobernador del Banco Central de Turquía ha sido sustituido tres veces en tres años, por resistirse a reducir los tipos de interés. Entre enero de 2022 y abril de 2023, el Banco Central de Turquía ha rebajado los tipos en 550 puntos básicos, lo que contrasta con las subidas de 500 puntos básicos de la Fed y 375 puntos básicos del BCE.
Muchos turcos apoyaban la figura de Erdogan por identificar en él al líder que llevó a millones de turcos a engrosar la clase media. Sin embargo, los desafíos económicos por los que está atravesando ahora la economía turca podrían dar lugar a un cambio de líder y a que el electorado priorice las promesas de mejora de la gestión económica sobre cuestiones identitarias, como el secularismo o el islamismo. La pérdida por el AKP, el partido de Erdogan, de las elecciones municipales de 2019 en Estambul y Ankara hacen pensar que puede haber llegado un cambio de ciclo.
Hasta este pasado jueves, cuatro eran los principales candidatos a las elecciones presidenciales: Recep Tayyip Erdogan, Kemal Kiliçdaroglu, Muharrem Ince y Sinan Ogan. No obstante, Ince presentó su renuncia a concurrir a las elecciones, lo que aumenta las posibilidades de victoria del verdadero contendiente de Erdogan, Kiliçdaroglu, también conocido como el Gandhi turco. Kiliçdaroglu es un economista de 74 años, funcionario público, socialdemócrata, secularista y líder de la denominada Alianza Nacional, que es una coalición de 6 partidos, de ideologías muy diversas unidos por el deseo común de que se produzca la sustitución de Erdogan.
El principal objetivo de la Alianza es sustituir el actual sistema ejecutivo-parlamentario por un sistema parlamentario reforzado y con un primer ministro fuerte. La Alianza se compromete a cerrar todas las agencias y oficinas que ahora operan bajo el mandato directo del presidente y transferir las competencias correspondiente a los ministerios y otras instituciones. En cuanto a la economía, la Alianza asume el compromiso de devolver la inflación a cifras de un solo dígito en un plazo de dos años, a trabajar por la apreciación de la lira turca y a garantizar la independencia del Banco Central.
La mayoría de las empresas de sondeos electorales en Turquía no son fiables, al carecer de transparencia y supervisión. Entre las que son más fiables, los resultados son contradictorios. En cualquier caso, todo apunta a que ninguno de los dos candidatos conseguirá superar el 50% de los sondeos en las elecciones del 14 de mayo, por lo que una segunda vuelta el 28 de mayo parece ser el escenario base. De todos modos, en caso de que la victoria sea para Kiliçdaroglu, pero los resultados electorales sean ajustados, hay dudas razonables de que el traspaso de poder vaya a ser ágil y pacífico. Cuando en 2019 el AKP perdió las alcaldías de Estambul y Ankara hubo fuertes acusaciones de fraude electoral.
Gane quien gane, es urgente retornar a la ortodoxia económica y a garantizar la independencia de las principales instituciones del Estado. Por el bien de la población turca y del resto del mundo.
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