Secciones
Servicios
Destacamos
Creo que fue Einstein, pero si no fue él, fue alguien igual de inteligente, quien dijo aquello de «solo conozco dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana y no estoy seguro de lo del universo». Yo, que de física entiendo lo mismo que ... de sánscrito, sin embargo, comparto esa opinión y últimamente con más firmeza si cabe.
Resulta que hay en España millones de personas, porque supongo que lo son, que se consideran demócratas de toda la vida. Una autoconsideración que presupone su convencimiento acerca de las condiciones básicas que un país debe reunir para poder obtener la calificación de demócrata y tales condiciones no son otras, y en eso es en una de las pocas cosas en las que casi todos los españoles estamos de acuerdo, que un gobierno elegido por los ciudadanos a través de unas elecciones libres; un Parlamento, también elegido por esos mismos ciudadanos que controle al gobierno y un poder judicial independiente que asegure el cumplimiento y el respeto por parte de gobierno, Parlamento y ciudadanos de las leyes, especialmente la Constitución.
Pues bien, de entre esos millones de demócratas hay algunos millones, aproximadamente la mitad, que aceptan mansamente y sin sonrojarse que en este momento en España gobierne un partido que perdió las elecciones; que el Parlamento se haya convertido, rememorando aquellas Cortes de Franco, en un coro de aduladores cuya mayoría obedece al gobierno y aplaude ciegamente cualquier cosa que este proponga y muy lejos, por tanto, de ejercer sobre este ningún control; y, por último, el poder judicial está agonizante ante la presión del gobierno para controlarlo y ponerlo a su servicio, cosa que ya ha logrado con el Tribunal Constitucional que ha dejado de ser el garante de la Constitución para convertirse en un apéndice del ejecutivo.
Y cuando me refiero a la estupidez humana, no me refiero tan solo a esa aceptación irresponsable de la vuelta a los modos franquistas a la que estamos asistiendo, sino al hecho increíble de que quienes aplauden esta situación no se den cuenta de que, si se culmina la ocupación por el ejecutivo de los otros poderes destinados a controlarlo y moderarlo, algún día la derecha ganará las elecciones, si es que sigue habiendo. Se encontrará con todos los poderes amaestrados y a su servicio y también podrá gobernar sin ninguna cortapisa y entonces, los que hoy apoyan la demolición de la democracia, acusarán a la derecha de fascista por aprovecharse del destrozo que hizo la izquierda implantando un régimen autoritario y populista.
El gran Spinoza anticipó estas situaciones cuando escribió: «Las masas luchan por su servidumbre como si fuera su salvación». Y yo remacho: La única garantía para los ciudadanos es la separación de poderes, no el amancebamiento.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.