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Hoy me he despertado revoltoso y estoy a punto de meterme en una ciénaga poblada de cocodrilos, serpientes e hipogrifos y soy consciente de que si alguien lee esta columna, cosa que está por ver, acabaré anatematizado, insultado y cubierto de cieno y seguramente expulsado ... de la sociedad civilizada. Pero como tengo lo que piadosamente se denomina 'una cierta edad', me tiene sin cuidado.
Winston Churchill, como supongo que todo el mundo sabe, fue un político ingles que, en los ratos libres que le dejaban su función como miembro de los Comunes y su desempeño como ministro y como primer ministro de Gran Bretaña, tuvo tiempo de obtener el premio Nobel de Literatura y de dejar para la posteridad muchas frases ingeniosas y un tanto cínicas.
Churchill, demócrata convencido y partidario de las elecciones libres, viendo la realidad de su país, afirmó una vez que «el mejor argumento en contra de la democracia es hablar cinco minutos con el votante medio». Afirmación que, además de su evidente y estupenda incorrección política, tiene la virtud de reflejar uno de los mayores y, al parecer, inevitables problemas de la democracia.
Porque nadie en su sano juicio, si es que eso significa algo, se atrevería a cuestionar el voto universal y secreto, pero yo, que no tengo ningún reparo en ser incorrecto, me planteo la siguiente duda: en un país como España, y me temo que lo mismo sería válido para cualquier otro, este verano nos hemos encontrado con que al pueblo soberano lo que de verdad le importa son las aventuras, desventuras, infidelidades, rupturas y reconciliaciones de una mujer cuyo único mérito es ser hija de otra mujer, cuyo único mérito es haberse casado con varios millonarios, actividad que en otras épocas más asilvestradas hubiera merecido un calificativo muy desagradable.
Medio país ha estado con el alma en vilo esperando que se decidiera qué vestido iba a llevar la señorita en cuestión en su boda y después ha seguido con arrobo su luna de miel de varios meses. Al alcance de todos los españoles como decía el noticiario de Franco.
La otra noticia estrella ha sido el parto de una señorita, oriunda de Vallecas, creo y bastante horterilla, cuya principal habilidad es vender su privacidad desde que se levanta hasta que se acuesta y que, a juzgar por el interés despertado entre determinado público mayoritario, ha sido la única mujer en el mundo que ha parido este verano.
Y, last but no least, los trending topic, como creo que los modernos designan a la noticia más seguida, están siendo los pormenores, cuanto más gore mejor, de un asesinato seguido de descuartizamiento cometido por un cretino hijo de papá cuyas habilidades, distintas del asesinato, se desconocen y las vicisitudes del beso sacrílego de un patán impresentable al que, hasta ese momento, todos rendían pleitesía, incluso nuestro ínclito presidente del Gobierno que se sentaba junto a él intercambiando sonrisas.
A la vista de esta lamentable situación, resulta difícil confiar en las decisiones que tome el pueblo, que más que soberano es servil y, a este respecto, el politólogo y periodista francés Jean François Revel dejó en uno de sus libros otra frase para la posteridad: «Democracia significa que, si introduces en una urna suficientes estupideces, de ahí saldrá la verdad».
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