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En efecto, España, a pesar de que la leyenda y nuestra autocomplacencia han pintado al español medio como un hidalgo, orgulloso, independiente e individualista, es un país formado por vasallos en lugar de por ciudadanos. Al respecto, no hay más que recordar aquel vergonzoso episodio ... en el que el populacho español recibió a Fernando VII, el peor gobernante que hemos tenido hasta que ha venido Sánchez a mejorar la especie, al grito de ¡vivan, las cadenas! rechazando la libertad y el progreso que representaban la Constitución y el liberalismo.
Y esa vocación ovejuna y cerril de los españoles es lo que nos hace diferentes de los países de nuestro entorno como Francia, Italia, o Inglaterra donde los ciudadanos aprovechan las oportunidades que la democracia les da para premiar o castigar la gestión de los políticos.
Y así, en Francia, país que siempre ha dado ejemplo en Europa, después de ver la ineficacia y la corrupción de la derecha representada por Sarkozy y la izquierda representada por el partido socialista, en las últimas elecciones los ciudadanos dejaron reducidos a la irrelevancia a esos partidos votando mayoritariamente a una tercera fuerza, Macron, que les ofrecía por lo menos la posibilidad de un cambio.
En Italia, el partido socialista desapareció y su líder Bettino Craxi tuvo que salir por pies a Túnez para no acabar en la cárcel. La democracia cristiana, que llevaba gobernando aliada con la mafia y el Vaticano desde la Segunda Guerra Mundial, también fue rechazada por el pueblo y, si bien a los italianos, para cambiar, se les ocurrió votar primero a un payaso, Beppe Grillo, y luego a un sinvergüenza como Berlusconi, al final hartos de todos ellos votaron a Meloni, que parecía ser la menos indicada, pero que de momento está manteniéndose en el gobierno con la mayor satisfacción popular desde la Segunda Guerra Mundial e incluso ¡ha pactado con Sánchez!
En Inglaterra, siempre tan circunspecta, los electores han dado un buen revolcón a los conservadores que entre otras barbaridades consiguieron sacar a Inglaterra, de la Unión Europea.
Sin embargo en España, país de vasallos y de vasallos ignorantes, los partidos dominantes, socialista y popular, pueden estar tranquilos: hagan lo que hagan y pase lo que pase van a tener cuatro millones de, no sé si llamarles fieles o cretinos, que les van a votar tapándose los ojos y a veces incluso la nariz, en lugar de aprovechar la oportunidad de las elecciones, único momento en el que el pueblo puede emitir su juicio, para votar a favor de una alternativa nueva rechazando la ineficacia y la corrupción. Y así nos va.
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