Cuando al fin Axel apareció en el escenario, algunos llevábamos ya un rato en el estadio escuchando a The Pretenders. Comentaba con la gente que me acompañaba como este grupo había llenado estadios en su día sin, para ello, tener que ser los teloneros de ... nadie. Comentaba también con qué dignidad estaban llevando la terrible labor de simplemente rellenar el tiempo en que la gente compraba sus perritos calientes, hacía sus pises, se grababa 'stories' de Instagram y charlaba descuidadamente a la espera de que salieran los Guns and Roses que era, al fin, a lo que habían venido.

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Mientras todo esto pasaba una mujer de 71 años, Chrissie Hynde, regalaba canciones a las nubes de Madrid y a los cuatro que habíamos venido de casa cenados, meados y publicados. Solo cuando Chrissie arrancó el 'I'll stand by you' el público culoinquieto levantó sus puños y chapurreó lo que se sabía del que fuera su tema más comercial. Aún se permitieron tres temas más que, de nuevo, tocaron para ellos y para quizá ya 20 más que les escuchábamos. Esto me dio la pista de que estaban haciendo un concierto para un tipo de público que cada vez escasea más, para el que va a escuchar música.

Entonces salieron Slash y Axel, y el público enloqueció, claro, llegaron los saltos, los gritos desaforados, los móviles autograbándose para dejar constancia de la principal meta por la que últimamente hacemos las cosas, para poder contar a unos señores que nos cotillean en el móvil que las hemos hecho. Se desató la euforia y, al segundo o tercer tema, se desinfló la euforia. Guns and Roses también habían decidido hacer un concierto para gente que va a escuchar música, en lugar de para gente que solo quiere escuchar los temas que se sabe para poder cantarlos sin escuchar a aquellos que los crearon.

'Supertramp in Paris' es uno de esos discos referencia de como debe ser un directo y sorprende al escucharlo que, a pesar de ser temas conocidos, el público calla cuando Hodgson arranca su interpretación. Ocurre lo mismo en 'El concierto en Central Park' de Simon & Garfunkel, aquel público había pagado para escuchar algo único, irrepetible, no para que sus ídolos les regalasen un karaoke gigante. No es de extrañar que triunfen los grupos tributo que, a veces, son más fieles a los Beatles que lo que lo serían ellos mismos.

Y lo mismo hicieron los Guns, regatearon sus temas más famosos, escondiendo guiños casi probados, como aquel momento en que Slash, en pleno solo, deslizó algunas notas del 'Spain' de Chick Corea solo por el gusto de hacerlo, suponiendo que nadie lo notaría. Algunos lo hicimos y nos emocionamos, Saul, gracias.

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