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Juan Gómez-Jurado
Sábado, 4 de marzo 2023, 00:29
Déjenme que les cuente la historia de un disco y del hombre de las cavernas. 'Mira que eres canalla, Aute' es uno de esos recopilatorios de versiones de un mismo autor que se pusieron de moda en los noventa y colearon al principio de los ... dosmiles, como 'Ese chico triste y solitario' dedicado a Antonio Vega o 'Serrat, eres único'. La base de esos discos de homenaje era la irregularidad, las canciones se adaptaban o no a los adaptadores y daba, casi siempre, como resultado un producto deslavazado, inestable y del que se podían sacar apenas un par de temas que no te hicieran añorar las versiones originales.
Pero algo pasó con este disco, como pasan las cosas que no tienen mucho sentido, y es que, seguramente sin que nadie pudiera evitarlo, todo encajó. Las canciones se otorgaron a los intérpretes perfectos y, de repente, Pedro Guerra le daba una melancolía aún más desgarradora al 'Pasaba por aquí', la garganta de José Mercé desgarraba aún más la espera de la muerte en 'Al Alba', Silvio Rodriguez hacía aun más creíble que le iba la vida en que no todo fuera naufragar, la voz de piano de madrugada de Ana Belén ponía un velo de desesperanza al 'Siento que te estoy perdiendo' y hasta las Ella Baila Sola se empastaban en aquello de 'Y yo que estaba de vuelta de todas las idas…'. Salió bien, salió, seguramente de chiripa, más probablemente porque un gran productor tuvo, además, esa intuición, un disco perfecto, no digo redondo por evitar el chiste.
¿Por qué les cuento esto? Porque en mi cabeza alguno de ustedes, lectores, a estas alturas del artículo ha sentido, seguro, la curiosidad de buscarlo en cualquiera de las plataformas desde las que ahora recibimos la música para escuchar esa joya de la que este tipo habla con tanta devoción y, seguramente, escucharla pensando «pues no era para tanto» después de las expectativas generadas. Tengo algo que decirles, no lo intenten, este disco no existe. No existe al menos en dichas plataformas.
Así que, querido lector, si de repente la curiosidad por disfrutarlo se le hiciera insoportable, sepa que tendrá que recorrerse no pocas de esas tiendas de discos de segunda mano que tenga cerca de donde viva para tratar de dar con él, ensuciando las yemas de sus dedos mientras recorre filas de cajas de vetustos compact disc con una cierta ansiedad interna de que, a lo mejor, tampoco esté en esa tienda y deba seguir buscando. ¿Sabe que le digo? Cuando consiga encontrarlo habrá superado las expectativas tan altas que le he puesto en él, escuchará ese objeto como un logro personal por tenerlo en su casa, le sabrá mejor la caza que ha logrado por sí mismo que la que le traen en bicicleta a casa y, le aseguro, que lo disfrutará.
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