¿Saben aquél que diu que se encontraron un día por una calle de Murcia Ricky Gervais y Paco Arévalo? No lo saben porque no ocurrió, pero, coincidieron, eso sí, en la salida del monólogo de uno 'Armageddon' y la salida del otro, de Arévalo, ... de esta cosa tan graciosa que es lo de estar vivo. Probablemente eso los ha mezclado en mi cabeza a pesar de pertenecer, ahora que está tan de moda, a multiversos distintos dentro del universo del humor. Ni por asomo piensen que voy a caer en la trampa de ponerme a divagar sobre los límites del humor. Por convicción y por pereza me niego a darles aquí una perorata sobre los límites del humor.
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Arévalo hacía chistes de gangosos, de mariquitas, de tontitos, de cojos, de gitanos, de negros, de mujeres y, en general, de cualquiera de esos grupos que, hasta años después, no empezaron a llamarse desfavorecidos. Los hacía porque los reíamos, porque sus cintas de casete se vendían como churros en las gasolineras, porque los padres se las ponían a los niños en el coche sin, ni de lejos, sospechar que aquello fuera malo. Es sintomático de ello que, lo recuerdo bien, la única cinta que anunciaba en su portada que su contenido era exclusivo de adultos era la de chistes verdes, que mostraba dos alarmantes rombos junto a la foto de Paco Arévalo.
Porque en esa sociedad que salía de años de represión, solo quedaba el sexo como único punto de incorrección, todo lo demás nos lo habían autorizado. Eran normales los chistes de tontitos de Toni Leblanc y el timo de la estampita, los de gitanos robando de Ibáñez y los de mujeres caprichosas y tontas de… De 40 años y más hacia atrás. Quedaba el sexo y, dentro de él, la homosexualidad. Por eso lo reíamos, creo, porque era una manera de, a la vez, hacerlo real.
Luego llegó la reflexión, el pie en pared de reflexionar si eso lo estábamos haciendo bien y la conclusión de que no, de que había cosas que cambiar y nuevos objetivos de chiste que, a ser posible, realmente hicieran reír a todo el mundo. Y lo siguiente, como siempre, fue un exceso de celo contra aquellos chistes de Paco. Igual que exfumadores, nos volvimos, nos hemos vuelto, perros de presa percibiendo el mínimo rastro de humo hasta hacernos insoportables.
Gervais habla en su monólogo sobre de qué manera hemos desajustado ahora hacia el otro lado y sobre la necesidad de estabilizarnos, guardar los dientes, desde luego no volver a lo de antes pero, quizá, ir poco a poco dejando atrás esta nueva inquisición que, por bien, como la antigua, se nos ido de las manos. Viéndolo uno sabe que Ricky, si se hubiera encontrado con Arévalo en aquella calle de Murcia, le abrazaría y le daría las gracias.
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