Entre la maraña de series que, como fentanilo cultural, nos vierten cada semana las plataformas, una me ha llevado a escribir esto, precisamente porque no parece una de ellas. Llegué a 'The Bear' por una de las pocas personas cuyo criterio ya me hace confiar ... en que no me va a recomendar algo simplemente porque él lo ha visto, sino porque, de verdad, ha visto algo que merece realmente que yo le dé una oportunidad. Si no ha visto usted la serie no se preocupe que no voy a desvelar nada de una trama que, de verdad, es lo de menos. Y es precisamente eso lo que la hace diferente de esas que entran en el saco de personajes interaccionando, sorpresas cada 10 minutos para tratar de que el espectador no encienda el móvil y pretendida profundidad a la hora de tratar temas difíciles que, al final, quedan diluidos en bicarbonato visual. Cuando uno ve estas otras series prefabricadas puede perfectamente oler el aroma a reescritura, a consejo de administración pidiendo cambios, a estrella tremendamente bien pagada pidiendo que el personaje se adapte a sus cualidades como actor, a sala de reuniones con cristalera grande y pizarra Velleda.
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'The Bear', en realidad, prescinde del tema que trata para dragar el alma humana, cualquier alma. Trata de muy pocas cosas y sus puntos de giro son suaves y nada estruendosos. Las cosas suceden en esta serie con una falta de lógica tal que los amantes de las tramas férreas y los personajes coherentes probablemente no entenderán nada viendo a estas personas casi reales tomando posturas equivocadas, diciendo cosas inapropiadas y hasta, a veces, simplemente no haciendo nada ante el problema que les ha surgido.
'The Bear' va, en el fondo, de gentes buenas pero no buenistas, de gentes malas pero no terribles, de relaciones laborales pero no necesariamente eficaces, de sueños que no siempre se logran, de dramas que no siempre se lloran y de amores que no tienen por qué vivirse con miradas lánguidas y canciones de Elton John de fondo. 'The Bear' es una serie que genera más dudas que respuestas, una serie donde el ritmo de los acontecimientos no lo fuerza la necesidad de mantener en vilo el espectador sino ese ritmo en el que, en la vida real, suceden las cosas. A veces lento, a veces en un segundo, a veces, directamente, sin llegar siquiera a suceder.
Por eso me salto mi tendencia a no decirle a nadie lo que tiene o no que ver o leer, o escuchar, porque 'The Bear' no es una serie que deba verse, es, en el mundo en que vivimos, una lotería que puede tocarte el alma o no. Así que no les digo que la vean, digo que, si les apetece, prueben con ella.
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