Escribo esto en pleno 24 de diciembre, con todas las cocinas poniendo a prueba su capacidad electrónica, con todos los balcones expulsando vapores de caldos y langostinos, con todos los móviles pitando sin parar con mensajes de gente que, vaya usted a saber por que, ... mañana seguirán sus vidas sin sentir que deben desearte lo mejor a plazo fijo. Lo escribo aún consciente de que estos momentos serán, para cuando ustedes lo lean, recuerdos de empacho, estrés, apretada de cinto y, espero que en pocos casos, disgusto por aquello que no debimos decir o no quisimos oír.

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Pero lo escribo aún sabiendo que es ropa vieja para ustedes porque mi casa también tiene ese ambiente que sólo conseguimos un día al año, en la víspera de todo, el 'Díabueno'. Suena en mi casa el 'Christmas Album' de Elvis Presley y me lleva la cabeza y el algoritmo a escuchar esa inacabable lista de villancicos americanos o, como ellos lo llaman, 'christmas Carlos'. Y pienso, ya ves tú, en cómo ellos sacan cada años nuevos temas sobre este universo, como no hay prácticamente cantante de todas las épocas que tenga su propio villancico para tratar de repetir un Mariah Carey y vivir de la repetición anual toda la vida. Es, si se ponen a investigar en sus plataformas, una fuente inagotable, un género que no para de renovarse, puede que con motivos económicos, ¿pero qué no lo es?

Y me lleva de nuevo (les prometo que aún ni siquiera he abierto la sidra, a pensar en cómo nosotros, los españoles, en un intento bonito pero acogótante, hemos tratado de defender tanto nuestros villancicos tradicionales, deliciosos, infantiles, fiesteros, que no hemos generado más y seguimos en el camino que lleva a Belén hacia donde va una burra y un tamborilero se muere de frío esperando los Reyes Magos que vienen también, caminito de Belén. Es este tamborilero casi el único éxito de este género que soy capaz de establecer como nuevo gracias a Raphael y siento un cierto bajón cuando descubro que tampoco es un villancico español sino una traducción maravillosamente interpretada.

Me dedico a explorar y, excepto un tema de Rosana que no era sino un remix de los clásicos, el último villancico en español que me viene como no escuchado desde mi lejana infancia es 'El burrito sabanero', que nos llega, ya ven, por el camino que lleva a Colombia. A veces defender lo nuestro no significa ponerle murallas, ahogarlo, significa empujarlo para que se haga más grande. Que en la noche del día en que lean esto tengan también una noche de paz.

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