No pretendo que ustedes me hagan caso y hasta esta aclaración es ofensiva para la inteligencia de mis lectores, pero hemos asimilado tanto y tan rápido la figura de la influencia que tendemos a pensar que cualquiera que recibe nuestros escritos es, por naturaleza, influenciable ... y ahora nos vemos todo el rato en la necesidad de aclarar que una postura personal, una opinión, una reflexión, es precisamente eso, personal, y no busca ni de lejos que sus tentáculos penetren en sus neuronas para invadirlos.

Publicidad

En el caso de la que estoy a punto de narrarles, espero sinceramente que no tenga ni tentáculos, que sea coja y manca o, como si viviese en un acuario, que sólo llame la atención de aquellos que pasean por este periódico. Debo decirles que he vuelto al libro, al libro sin prefijos, como 'E-', al libro sin adjetivos como electrónico. Les confieso que, en su momento, me alegró y defendí la existencia del electrónico, todo eran ventajas para aquellos que leemos mucho. El espacio se multiplicaba, la comodidad se dilataba, el peso se aligeraba. Poder salir de viaje con una maleta menos era un regalo. Objetivamente no había ningún retroceso y millones de avances.

Sin embargo, he vuelto al libro por motivos nada prácticos, nada objetivos, nada necesarios. Lo cierto es que echaba de menos su tacto, su crujido de páginas al voltear, la marca que, si lo colocabas sobre la tripa para leer tumbado, quedaba después de dejarlo. Echaba de menos mirar mi biblioteca y ver una especie de biografía, un mapa de las ideas que había ido metiendo en mi cabeza, un electrocardiograma de las emociones que había encontrado ahí.

Lo curioso es que noté esa ausencia de manera colateral. Rebuscando en armarios encontré un álbum de fotos, de las de antes, de las feas, de las sin filtro y descubrí que acababa en un año determinado. Pensé que, para seguir mi biografía a partir de que las fotos comenzaron a ser digitales, tendría que explorar en mi teléfono para, con mucha paciencia, ir completando el puzle de mis recuerdos desde aquel momento en que dejamos de tenerlo feo y en las manos.

Y decidí que no tendría la paciencia de hacer eso pero sí las ganas de volver al libro, al libro que se toca. Llevo así unos meses recorriendo librerías de viejo recuperando ejemplares de los que me deshice conquistado por la idea de que los tenía en la memoria RAM y añadiendo ejemplares no leídos, recomponiendo el mapa asumible de lo que ha sido mi relación más duradera en la vida. De nuevo les comento que no defiendo nada, que no reivindico nada, que no demonizo nada, sólo se lo cuento a ustedes, visitantes del acuario.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad