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Dice Rodrigo Cortés en una de las muchas entrevistas que está haciendo para la promoción de 'Escape' que nunca le han gustado las moralejas, que la moraleja mata el cuento y, esto lo digo yo, es la herramienta para los haraganes del intelecto, para los ... vagos del pensamiento. La moraleja, como los tuits, te resumen una realidad, que todos asumimos como compleja cuando se trata de la nuestra, la personal, la que vivimos, en un par de líneas.
Dice Rodrigo que incluso Jorge Manrique cayó en la tentación del potito triturado y asumible en sus famosos versos a la muerte de su padre cuando, tras una metáfora tan esmerada como «Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar», no puede resistir acotar «que es el morir» como si tuviera miedo de que las mentes menos aficionadas a activársela no fuesen capaces de llegar a esa imagen.
Ya vemos que no es algo nuevo, pero sí cada vez más aceptado que conviene hacer las películas, los libros, los programas de televisión, la autoayuda o los mensajes políticos pensando siempre en que el cerebro más liviano, el menos activo, pueda digerirlas y, por tanto, consumirlas y, por tanto también, pagar por ellas. Sin querer, queriendo, lo complejo se ha ido tiñendo de cierto desprestigio, de capricho ególatra del autor. Se ha ido transformando la sutileza en opacidad voluntaria y castigando a aquel que no se aviene a simplificar con la etiqueta de pretencioso. Ni se te ocurra contármelo con detalles si te pregunto qué tal estás, dame dos líneas.
Rodrigo ya hizo una película maravillosa llamada 'Concursante' en la que jugaba a convertir uno de los sueños más primarios y, por tanto, aparentemente incontestables, tener mucho dinero, en una pesadilla kafkiana, en un camino hacia la ruina personal y la transformación de un ser humano, con todas sus contradicciones añadidas, en una especie de cáscara rellena de vacío por su afán de ser y querer lo que quieren todos los que le rodean. También trascendió la angustia de ser enterrado vivo hasta la más interna pero igual de dolorosa de alguien que pide ayuda y nadie puede dársela por la incapacidad de los otros de entendernos,
'Escape' puede tomarse como un 'remake' al revés de aquella 'Buried', la historia de alguien que quiere ser enterrado por su incapacidad de entender un mundo en el que casi nunca todo está bien, pero es mucho más, es un grito sordo, hastiado. Una rendición frente al mundo que existe y, a la vez, una manera de decirle a aquellos que se sienten fuera de esas corrientes de mínimo pensamiento que igual es el momento de escapar hacia dentro de uno mismo.
'Escape', y por tanto Rodrigo, ha decidido, como el protagonista, que probablemente haya un camino en la dirección opuesta a la que toma el resto del mundo. Ha decidido que la vida no se resume en dos líneas, no se explica en un eslogan y, desde luego, no tiene moraleja más allá de la que tú, cuando salgas del cine y hayas hecho la reglamentaria digestión, seas capaz de sacar y que será diferente a la del estómago de la butaca de al lado y única entre todas las butacas de todas las sesiones. Esta es sólo la mía. Háganse el favor de verla y sacar la suya propia.
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