Pedro Sánchez, con su ejecutiva. EFE

Realidad y deseo

En estos tiempos de confusión no se puede invocar la palabra realidad sin correr un grave riesgo

Juan Francisco Ferré

Martes, 23 de enero 2024, 00:17

Cada vez que escucho la palabra realidad, no sé por qué, me entran ganas de encender la televisión. Como dijo Nabokov, esa palabra maldita, en nombre de la cual se justifican muchos crímenes y abusos de la historia moderna, carece de sentido si no la ... ponemos entre comillas. Así es. La política ha demostrado, precisamente, que la realidad no es la única verdad, sino una simple excusa para mentir, y la mentira es el instrumento idóneo para ajustar la realidad al deseo mediante su enmascaramiento eficaz. Mentir es la estrategia de la ambición política para desfigurar la realidad y ponerla al servicio de sus fines, la conquista y preservación del poder.

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La realidad es cruda y, por tanto, pretender fundar una verdad sobre ella, sin cocinarla, es una empresa arriesgada. La verdad dice que la democracia occidental está amenazada por enemigos ideológicos que encarnan valores autoritarios y encuentran un eco inexplicable en cierta izquierda española. El equilibrio acrobático de Sánchez para no aliarse con ningún bando internacional en conflicto no es una lección de realismo pragmático, sino un ejercicio de supervivencia picaresca.

La realidad está podrida e intoxicada, Sánchez no debería olvidarlo, por lo que tratar de consolidar una posible verdad sobre sus hechuras es una operación peligrosa. Pasa en Euskadi, diga lo que diga el pacifista Otegui, donde hace años el miedo y las pistolas generaban la cobardía pública sirviendo a ideas separatistas que hoy triunfan sin violencia entre los jóvenes amnésicos. Y pasa con esa gigantesca mentira, la amnistía, que solo consagra el poder de la ficción sobre los hechos. La amnistía es una falacia nociva hasta para un «español sin ganas» como yo, citando a Cernuda con retranca. La amnistía no contribuye a clarificar la verdad de lo sucedido. La amnistía no es, en suma, más que un artificio jurídico de diseño chapucero que no necesita realizarse para cumplir con los fines asignados.

Entre la realidad y el deseo, Sánchez apuesta por el deseo y yo por la realidad. Por eso él apuesta a ciegas por la amnistía para seguir gobernando y yo por su fracaso. No llegará a nada. Tiempo perdido, energía derrochada en vano, deseo frustrado. Demostración de que la realidad es real y no un cuento para cretinos. Alguien detendrá al final este sinsentido y la política volverá a sus fueros racionales. Siento desmentir al desafecto Cercas, pero no todos los políticos son iguales. Algunos son más políticos que otros, es decir, más mentirosos.

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