Discurso y mensaje
Las elecciones europeas no cambiarán nada, pero son un aviso sobre la parálisis política de la situación
Juan Francisco Ferré
Martes, 28 de mayo 2024, 00:27
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Juan Francisco Ferré
Martes, 28 de mayo 2024, 00:27
Otra vez elecciones, otra vez convocados a votar, otra vez castigados por la publicidad y la propaganda. Menudo año. La degeneración democrática abogada por Sánchez pasa por votar todo el tiempo, vivir en estado de elección permanente, para que todo siga igual y él prosiga ... en la Moncloa. Qué más quisiera Sánchez que los que reprueban su gestión dudosa del país fueran unos fachas recalcitrantes. Es su problema principal. Cómo convencer a los votantes de que contra él solo está una horda de enemigos impresentables, los representantes de la abyección política y la ultraderecha soberanista. Qué más quisiera él, ya digo. Y qué más quisieran sus hinchas.
No deja de ser un fenómeno curioso que se erija en defensor de la democracia, de todos los posibles, el candidato que nunca ha levantado pasiones electorales. Ese mismo que no ha conseguido mayorías absolutas ni mayorías simples con sus votos. Viendo a González la otra noche en «El hormiguero», un viejo demócrata no podía sino sentir nostalgia por los tiempos jóvenes en que la razón se imponía con la fuerza y el entusiasmo de los votos. Hoy la sinrazón se impone, encima, sin la legitimidad de las urnas. No es la de Sánchez, precisamente, la dictadura del número, como llamaba el reaccionario Baroja al poder de la democracia. Los números de Sánchez no le dan para multiplicar sino para dividir y ya ni suman, solo restan. Triste álgebra que los algoritmos de la publicidad monclovita no pueden encubrir. Cómo va a regenerar la democracia quien más contribuye a degradarla por su ambición de mantenerse en el poder a cualquier precio.
Las elecciones vascas y catalanas han mostrado las secuelas de sus políticas. En las europeas, salvo sorpresa, no cambiará gran cosa. Estamos instalados en un inmovilismo nocivo. El chalaneo minoritario ha conducido a una parálisis peligrosa que solo beneficia a quien ocupa el poder. Es el peor escenario imaginable. Yo si fuera Sánchez, ya que sus asesores copian con descaro las invenciones distópicas de «1984», no tardaría en implantar por decreto la catarsis televisiva de los «Minutos de Odio». Dos minutos diarios consagrados a canalizar el odio masivo contra alguno de los fantoches que amenazan al mundo con su maldad infinita y luego, sin transición, el orgasmo demagógico, el éxtasis partidista, la idolatría del líder magnificado por la propaganda. Hasta que lo único que nos pertenezca de verdad sea, como diría Orwell, los pocos centímetros cúbicos del interior del cráneo. O ni eso.
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