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Al amanecer se van despertando los flamencos. Sacan la cabeza debajo del ala y despliegan la pata encogida por el relente nocturno. Va despejando la niebla sobre las lagunas y empieza el concierto de fochas, garzas reales, avefrías, grullas y algún alcaudón común. Pasar la ... Navidad visitando Doñana es un placer para los sentidos. Una inmersión en la naturaleza refugiada del invierno en este ecosistema múltiple que se extiende en ciento cincuenta mil hectáreas de vida salvaje. Un remanso de paz. Caminos de arena a la vera de claros entre pinos donde pastan bucólicamente ciervos y gamos. Manchas de coníferas interminables cuidadas como un jardín francés se mezclan con vegetación de palmitos y acebuches, enebros y sabinas y alcornoques. El ritmo de la vida protegida discurre plácidamente al son del horario acuático y solar mientras al fondo se escucha el rumor del Atlántico rompiendo en Matalascañas. Un eco de sordas pisadas de las yeguas marismeñas, se deja caer por las calles casi desiertas de la aldea de El Rocío. Doñana se ha convertido en una palabra mágica; una palabra sagrada de la nueva religión eco-verde-proteccionista. Un territorio virgen venerado en toda Europa.
Y, por consiguiente, una trampa política para los que no alcanzan a evaluar su impacto electoral. Como todo lo sacralizado. Como la Blanca Paloma, la Reina de las Marismas para las gentes de Almonte, si desdeñas su imagen, si dudas de su memoria, si te equivocas de sendero estás perdido. Supone pecar contra lo más sagrado y caer en el infierno de los negacionistas. Hay que creer; y es muy sencillo hacerte devoto de lo pagano y de lo divino recorriendo las marismas y contemplando a una ferviente del lugar cantarle a la virgen del Rocío, sola, sin música y sin palmas. Aferrada a las barras de la reja que protege la imagen. Doñana no es de nadie y es de todos. De los políticos casi vitalicios de Andalucía que durante años se ahorraron el coste social de sancionar a los extractores ilegales de los acuíferos para inundar los arrozales y alimentar fresas y arándanos. También de aquellos que hace unos meses no se les ocurrió otra idea que, creyendo moribundo y declinante al sanchismo, se sacaron una ley para blanquear los pozos ilegales.
El terremoto social que recorrió Europa ante la primera señal de alarma, de peligro, sobre su edén terrenal, les puso a los políticos las orejas como linces. No es casual que el primer y casi único acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales; el pacto de conservación del territorio virgen, se haya firmando en el Parque Natural de Doñana. Juanma Moreno (presidente) y Teresa Ribera (ministra) casi de la mano, como dos novios firmando la paz y el futuro. Podría ser la metáfora del camino para salvar el ecosistema nacional de los extractores ilegales de los acuíferos constitucionales.
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