El cambalache del decreto ómnibus para salir del abrazo del oso de Puigdemont, ha situado en primer plano al equipo que rodea a Pedro Sánchez, con el nuevo jefe de gabinete, Diego Rubio, al mando de las operaciones. El laboratorio de estrategias y frases que ... surte el argumentario del presidente, ministros y dirigentes socialistas, ha imprimido un giro semántico y estilístico a sus consignas y slogans en el que cada vez se percibe un lenguaje más pendenciero. Los guionistas que rodean a Sánchez, su jefe de gabinete y el gurú electoral Aleix Sanmartín, tienen en común sus trabajos sobre: «La ética del engaño» (tesis doctoral de Rubio) y, la premisa que defiende Sanmartín, basada en que: «Lo importante no es la verdad o la mentida, sino lo que percibe el ciudadano».
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El nuevo estilo de los guionistas desencadenados se percibe en el tono de comunicación negativo y agresivo, cuyos principales protagonistas son Oscar López, Oscar Puente y el propio presidente del Gobierno. Este nuevo estilo permite presentar una rectificación y troceamiento de un decreto, que pasó de noventa medidas a poco más de una veintena, como el decreto original. Hay en el fondo una estrategia de cinismo y autonegación que raya en la caricatura. Los razonamientos se sustituyen por brochazos y frases para titulares, eso si, con muchos altavoces. Para replicar al jefe de gabinete de Isabel Ayuso en el caso del fiscal general, López recurrió a un ataque personal insinuando alcoholismo («esto sería un Wisky Gate, no Water Gate», dijo). Para descalificar a Ayuso, la némesis de Sánchez, incluyó la palabra locura («Ayuso representa la peor política, basada en decir la locura más grande que se le pueda ocurrir») afirmó, en sintonía, con una vieja campaña contra la presidenta de Madrid cuando algunos opositores la bautizaron: IDA.
Los congresos socialistas de Madrid y Canarias han servido de altavoz para cultivar la hipérbole sin medida, dibujando a la región madrileña como «multinacional de la extrema derecha» y a su presidenta como la reina del ático que alienta los negocios con delincuentes millonarios y comisionistas. Este relato, en pleno caso Ábalos-Aldama-Begoña, causa sonrojo. Pero el método del laboratorio del nuevo Gabinete no tiene líneas rojas. En Canarias, donde el dedo de Sánchez ha ungido al ministro Angel Víctor Torres que ha tenido que comparecer dos veces en la comisión de investigación del Senado para explicar su relación con Koldo en contratos de mascarillas, el presidente dijo que era su «mejor ministro». Quizás el objetivo de este desencadenamiento sea movilizar al segmento más izquierdista que, según las encuestas, ha abandonado Sumar. Si del tercer puesto el PSOE, logra quedar segundo en Madrid, igual le compensa tanto desvarío.
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