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La campaña de cierta prensa de las Islas británicas contra el turismo en España, es ya un clásico que llega todos los años por las mismas fechas, como la floración de los cerezos del Valle del Jerte, la costera de la anchoa en Bermeo o ... la levantada del atún de almadraba en Barbate. Es como un resorte atávico, como un revivir la leyenda negra, un intento de liberar los fantasmas del pasado y superar la contradicción de la animadversión histórica, con la pasión moderna de quince millones de «british» que migran irremediablemente, como las aves, a nuestro sur. No lo pueden evitar. El Mirror (The Mirror) dice que les cortamos el agua de los hoteles porque no gestionamos bien sequía, o que les queremos estafar en los restaurantes cobrándoles más que al turista nacional.
Otros tabloides, a rebufo de algunas protestas en Tenerife contra una masificación insoportable y por un turismo sostenible, afirman que en Canarias les reciben con animadversión. De una anécdota excepcional construyen un relato generalizador negativo sobre los «riesgos» de viajar a España. A Benidorm, Canarias, Málaga, Barcelona, Mallorca. Quizás tienen intereses creados en nuestros competidores de Egipto, Turquía o Túnez y quieren conducir hacía allá el curso de la caravana de rostros pálidos hartos de los temporales de invierno en la «pérfida Albión». Aunque quizás nos estén haciendo un favor si logran desviar a otros destinos, no el turismo, sino las excursiones de holligans de la birra y el balconing. No confundir esos british con figuras de la literatura, de la historia o de la novela que han encontrado en nuestra tierra el ambiente y el clima acogedor para dejarnos joyas de la investigación hispanista o divertidas novelas del humor inglés maridado con la retranca andaluza. La legendaria «Entre limones» de Chris Stewart sobre sus aventuras y desventuras en la Alpujarra granadina, es una novelita cautivadora llena de amor a las tierras altas entre Granada y Almería. Una literatura de verano costumbrista desmontando el mito de la vida en la naturaleza.
Aunque el más grande siempre será Gerald Brenan. Ahora que le prensa británica también se ha cachondeado de nuestra política nacional dando portadas al episodio del retiro del presidente durante cinco días, amagando con irse a su casa, igual es conveniente también rescatar alguna sentencia sociológica del impagable ensayo : «El laberinto español». Google me ha ayudado a encontrar el párrafo adecuado de la mano de Pablo García-Mancha, hace años en la diario La Rioja y que sigue en vigor: «España es pródiga en hombres que creen ellos solos ser capaces de alumbrar el manantial puro de las tradiciones nacionales. Todos los que no estén de acuerdo con ellos son necesariamente perversos y en consecuencia deben ser aplastados», dejó escrito. Amén.
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